Archivo mensual: noviembre 2011

Una ramita de pino…

Entré al comedor a las 12:59 pm. Al abrir la puerta me recibió un aroma delicioso. Aunque es el comedor, el aroma no hacía relevancia en lo absoluto a algún comestible, o eso creí.

Fue un olor frutal, fresco. Olía como a hierbas frescas o frutas. Olfateé despacio, recopilando todo el olor que pudiera procesar mi cerebro. Peras? Piñas? No… mangos? si, el olor era como a mango o eso me pareció pues lo dije en voz alta. Quienes estaban almorzando me miraron como que O.O y se miraron entre ellos. Sentí un poco de oculta vergüenza. Jamás había respirado aquella fragancia.

En mi despiste no reparé en que dos muchachos del almacén sacaban un arbolito de la malla protectora en que viene envuelto. Medía más de 7 pies y era muy verde, hermoso. Esa fue la primera vez que vi un arbolito de verdad, no de plástico. Su forma era perfecta. No se si todos son perfectos o solo los que clasifican y escogen para vender, no tengo ni idea.

Una muchacha del trabajo me estuvo comentando que ha estado trabajando a medio tiempo en un lugar donde venden arbolitos aquí en Miami llamado «Frirefighters Christmas Trees Lot». Hizo varias anécdotas sobre familias que fueron este fin de semana, entre ellas una que destacaba por sus interesantes sombreros. Dice que eran una madre con 4 muchachitos pero lo más gracioso es que cada uno tenía un sombrero de animalito. Se fijó en que la mamá llevaba uno de venado y los niños de ardillitas, castores y mapaches.

De vuelta en el comedor, anonadada con el olor tan suave y apacible, decidí sacar unas papitas de la máquina de snacks y vi en el piso una de las ramas del arbolito. La recogí y me dio por olerla.

Wow! De ahí provenía el olor!

Conversando sobre el tema comprendí que ese es el objetivo de tener arbolitos reales, de pino. Huelen tan bien que ambientan la habitación y por eso es que los prefieren los americanos. Jamás había olido un pino, ni siquiera se si en Cuba tenemos esta variedad aunque no lo creo, pues he visto coníferas en las regiones más occidentales del país pero no esta en específico. Solo se que el olor es increíble y me ha llenado la tarde de paz. Sip, no hay ambientador, vela o incienso que rescate ese olor tan suave y delicado, aunque tan perenne. Es un olor a vida, a viento, a nieve, a paz.

Antes de que terminara de almorzar, barrieron todo el comedor, recogiendo todas las ramitas y hojitas. Ya cuando me iba, arranqué una ramita y me llevé un pedacito de verde, un pedacito de vida en el bolsillo. Nunca había robado nada, he hecho no lo hice, pero me sentí bien al apropiarme de una ramita de pino   🙂


Thanksgiving y una cubana…

El jueves me levanté temprano; ya es una costumbre que los días que no trabajo me despierte a más tardar a las 8 am. Para los que no saben, en Estados Unidos se celebra el cuarto jueves de Noviembre el «Día de Acción de Gracias», por la tradición europea de fiestar a la recogida de sus cosechas. Existe la polémica pues según algunos la primera celebración en USA fue llevada a cabo por los españoles en 1565 pero según otros, la primera fiesta fue en Virginia en 1607 por los americanos. Da igual cuando fue, lo que interesa es que la tradición viene de los europeos que celebraban la recogida de sus cosechas y al llegar acá, lo mezclaron al hecho de encontrar una nueva tierra, libre y fértil donde proseguir sus vidas. Más o menos de eso va.

La cena tradicional se compone del pavo asado al horno, que solo algunos gringos saben preparar y que no quede endiabladamente seco y desabrido, puré de papas, el green beans casserole que es habichuelas con una salsa de no se qué que se mete al horno y queda como un tambor de papas, pero de habichuelas y esta salsa gruesa, también maiz dulce y una salsa de arándanos para contrastar el sabor agridulce de la fruta a los sabores salados de la carne y los frijoles. De postre se consumen por igual el pican pie (pastel de nuez), pumpkin pie (pastel de calabaza) y apple pie (pastel de manzana).

La idea, como lo dice el nombre, es dar gracias. En principio se agradecía por la recogida de las cosechas y el tener alimentos y ahora es por cualquier cosa. Lo gracioso es que desde la mañana del jueves comencé a recibir los típicos mensajes de texto de «Happy Thanksgivig» de partye de dos o tres contactos, por ejemplo, mi amiga y compañera de trabajo, María. Ella salió de Cuba para España con 6 años y de allí, con 9, se vino a USA. Obviamente, ella creció con esta tradición; es entendible. Otro mensaje fue de Yeni – la recuerdan del post del río asqueroso? -. Les conté que Yeni lleva acá como un año y pico, a todo dar 2 años; ella llegó un años y algo después que yo y aun no cumplo los 3 aquí.

A ver, daré mis impresiones personales a este respecto y espero que nadie se sienta directamente eludido o criticado, cada cual con sus costumbres y respetadas sean.

Yo particularmente no celebro thanksgiving, la única alegría que me trae la llegada de ese día es que, afortunadamente, no tengo que trabajar y, que el día después, el Black Friday, bajan todo en las tiendas y nosotros los pobres, podemos aprovechar y comprar alguna que otra cosita con nuestros hambrientos salarios. No tengo motivos de agradecimiento y menos aun si analizamos que soy atea, es decir, no le encuentro el sentido a agradecerle a Dios que en mi mesa haya comida ese día.

No critico a nadie pero me parece gracioso lo rápido que mis compatriotas, que mis congéneres, que mis compañeros de juegos de infancia, que los míos de allá de Cuba, que ahora están acá… esos que desayunaban un pan de la bodega, se acogen a las costumbres americanas. No es que lo vea mal, simplemente me parece gracioso, interesante, ver la metamorfosis que sufren los cubanos en este país. Salen de un país donde lo más importante un día es marchar bajo el sol gritando consignas de ¡VIVA! delante de la Plaza de la Revolución y de un día a otro lo más importante es matarse en el supermercado por un pavo – que ni siquiera saben cocinar -, para darle gracias a Dios por lo que sea y entrar en el reino de los cielos y en el de los americanos. Ya dije, no critico a nadie y espero no sonar muy dura pero no deja de parecerme la mar de interesante y gracioso. Somos los seres más dispuestos a cambio que existen en este mundo. Eso es interesante!

Bueno, mi esposo y yo nos debatíamos entre ir al parque Amelia – no crean que me olvido de el post prometido, simplemente no ha llegado la musa para hablar de él -, a hacer una especie de picnic – deseo que se frustró en Cuba con el Parque Lenin; siempre quise hacer un picnic y al final, entre una cosa y otra, nunca lo hice -, y alquilar dos bicicletas para recorrer el parque, o irnos al cine a ver la peli Immortals que se estrenó el 11-11-11, en 3D. el debate vino de que no podíamos gastar alrededor de $30 en el parque, pagando la entrada y las bicis pues llevábamos la comida y además pagar alrededor de otros $30 en el cine por ver la peli en 3D. Increíble pero cierto. Para todos aquellos que piensan que «la yuma» es un vacilón, mi marido y yo no podemos gastar todo ese dinero muy a menudo. La vida no es color de rosas; pero ese es otro tema.

Finalmente decidimos ir al cine y no lo lamentamos. La peli está muy buena pero el impacto fue experimentar el cine en 3D. Ya les contaré.

Siguiendo con el Día de Acción de Gracias, compramos unas chuletas de puerco y las freímos en una sartén y ese fue el plato fuerte de nuestra cena. Eso si me gusta!

Quiero que comprendan que cuando vine a USA sabía que mi vida cambiaría radicalmente, no vine engañada, pero me rehúso a perder mi identidad. No me convertiré al cristianismo, ni cambiaré la carne de puerco – deliciosa y llena de colesterol -, por el desabrido y seco pavo, no daré gracias a dios por proveer comida para mi mesa cuando soy yo la que se muele el lomo trabajando para pagarlo todo, no asesinaré mi naturalidad y desenfado de cubana por intentar convertirme en una «cubiche» a los americano. Como dice Calle 13, una «gringa wanna-be». Esa no soy yo y me niego a alejarme de mi cultura y mi cubanismo.

Yo celebro con carne de puerco, chicharrones, yuca con mojo, ensalada de col y tomates, arroz moro y mis dulces son los casquitos de guayaba, el dulce de coco, las cremitas de leche. Eso no quiere decir que yo no consuma otros alimentos y que no pruebe cosas nuevas, pero cuando pienso en «fiesta» lo primero que me viene a la mente es una ‘cajita’ de comida criolla, no otros alimentos. No quiero cambiar y no quiero salirme de mis raíces pues esa es la que soy y quiero seguirlo siendo. Vine a este país a mejorar mi estilo de vida, a crecer profesionalmente, a formar una familia pues, fuera de todos los problemas políticos que hay en Cuba, quiero un mejor nivel de vida para mis hijos. Esa es la razón más fuerte que tengo para estar de este lado, pero quien soy: una cubana con todas las letras, no me lo quita nadie. Por eso no como pavo en thanksgiving 🙂


A State of Trance*

Cuando tenía 15 años vivía sola, literalmente. Mi papá había venido para los Estados Unidos, mi mamá vivía con su marido y mi abuelita tenía su casa en La Víbora, 10 de Octubre. Cada uno a su manera, se ocupaba de mi. Mi papá me mandaba dinero, mi mamá me veía de vez en cuando y mi abuelita desafiaba el transporte cada día para velar por mí. No me quejo, no era feliz pero se que hubo muchos adolescentes que la pasaron peor.

Esta introducción es para llegar a que, inevitablemente, no pude ser una joven en el completo sentido de la palabra. Fui a mi primera fiesta con 15 años – la mía, obviamente -, pues antes de eso, mi papá no me dejaba salir a ninguna parte. Al irse él y quedarme sin la constante supervisión de un adulto, comencé a encontrarme furtivamente con el baile.

Cuando pequeña tomé clases de «baile español» y más tarde, cuando aun era una «chamaca escuincle», es decir, cuando era un ‘pestillo’ practiqué ballet /para los no cubanos y por tanto no familiarizados con la jerga popular que nos caracteriza, ‘pestillo’ es en Cuba la persona – dígase hembra o varón -, que es flaca(o) y no tiene carnita por donde morderlo, jejejeje! /Yo era muy delgadita cuando niña y por eso pude practicar ballet por un tiempo, hasta que mis caderas se convirtieron en un impedimento y la profesora osó decirme, mientras intentaba probarme un leotard para una presentación y ante la imposibilidad de subírmelo hasta la cintura, que tenía que hacer ejercicios para perder esas caderas indignas de una bailarina. JAAAAAAAAAA! eso mismo día mandé el ballet al demonio y me enamoré de mi femineidad.

Lo que intento decir es que, siempre llevé el baile en la sangre pero mis intentos de practicarlo profesionalmente fueron frustrados en mi niñez. Clandestinamente y en las fiestecitas del día del maestro en la primaria, aprendí a bailar merengue, bien pegados. Pero no fue hasta que comencé a salir con 15 que aprendí a bailar reggea que era lo que se usaba en mi tiempo, antes del advenimiento del regetón como el último y más aclamado fenómeno social.

Recuerdo que en ese tiempo, como vivía sola y no tenía que pedir permiso para salir, estaba en la calle todos los viernes y sábado para las 9 pm. Siempre regresaba entre 12 y 1 am. Vale destacar que jamás bebí, ni una gota de alcohol; tampoco fumé cigarrillos y en ese tiempo, no si era yo muy despistada o aun conservábamos algo de inocencia los jóvenes pero nunca estuve de frente con la droga. Conocí el olor de a marihuana en Estados Unidos, en uno de los mejores lugares de Miami: la cuidad de Coral Gables. Es una ciudadela de estilo muy colonial y calles de nombres hispanos que los gringos mal-pronuncian a diario y ni siquiera entienden el significado real de las palabras que representan el lugar donde viven, pero bueno, la vida es así. En este barrio de gente millonaria, donde trabajé haciendo sandwiches en un mercadito por azares del destino, es muy normal que lleguen a diario y a cualquier hora, los universitarios ricos, hijos de mamá y papá, prendidos hasta la médula y con los ojos rojos, destilando el asqueroso olor a hierva quemada. Pero esa es otra historia, sigamos.

Les decía que a pesar de ser una adolescente y andar en la calle sola, nunca practiqué ningún vicio pues no me interesaba. Yo salía para bailar, para mezclarme con la gente; me imagino que la razón real detrás de todo era mi perenne necesidad de calor humano. Por aquellos tiempos bailé mucho. Se usaba el bailar los 15 de las muchachas y yo tuve la dicha de formar parte del cuerpo de baile de 4 o 5 de estos magníficos festejos. Así aprendí a bailar casino, no como una estrella pero si para dejarme llevar por un buen bailador, en parejas y en ruedas.

Luego, entre la escuela que nunca descuidé amén de seguir viviendo sola, y mi largo noviazgo de 5 años, con un muchacho que ni canta ni come fruta (menos aun baila), me alejé de las pistas de baile y de la música. Mi alma experimentó un largo período de silencio espiritual y corporal.

La última vez que fui a bailar en Cuba fue en el 2008 a los Jardines de la Tropical. Esa noche hubo rock, techno, trance, casino; bailé de todo. Tuve que ponerme al día en los nuevos pasos de baile, que no perdonan a nadie y se auto-innovan a diario, pero lo disfruté.

Ahora mismo escucho el delicioso * A State of Trance de Armin Van Buuren (que supe era, o fue, el mejor DJ del mundo, no estoy actualizada) y me doy cuenta de que hay muchas etapas de mi vida que no pude vivir a plenitud. Tengo 23 años y por avatares del destino tuve que dejar mi niñez inconclusa, pasar vertiginosamente por mi adolescencia y caer de ‘flai’ en una adultez que no siento me pertenezca. Trabajo para pagarme el techo y comer desde los 20 que llegué a este país mientras estudio para regalarme un mejor futuro. Añoro las etapas que ‘quemé’ y no tienen vuelta atrás.

Aun cierro los ojos mientras escucho la música y me imagino en una disco o nightclub, bailando y sudando con la despreocupación del que no tiene responsabilidades. Me desnudo de esta vida que me tocó vivir y con la que no me identifico ni conformo. Soy libre por momentos en mi mente y le baile me transporta a un lugar mejor.

Solo espero el poder darle a mis hijos todo lo que yo nunca tuve, para que no tengan que darse dosis de Trance de vez en cuando para rememorar lo que no vivieron. Espero que ellos puedan bailar libremente y ser niños, adolescentes, jóvenes y adultos, a su debido tiempo, pero siempre bajo mi ala protectora y por qué no… cómplice.


Ana y los ciclos lunares…

Instinto animal.

Ahora mismo siento un volcán en mis entrañas, quemando, derritiendo mi vientre. Escalofríos recorren mi espina y el calor sigue devorando; subiendo, bajando. Dos lágrimas se contienen a base de orgullo, lágrimas de impotencia y de necesidad. Los dedos de mis pies se crispan y mis rodillas flaquean.

Los pezones torturados laten bajo el sostén y la blusa, que los esconden a la vista de los más osados. La respiración se entrecorta, se dispara. Los senos se levantan, duros, tensos, al compás de cada inspiración. La espalda se yergue, se contorsiona. Las nalgas juguetean en el asiento que recoge cada movimiento febril y nervioso.

Los vellos de la nuca se erizan y la espalda se sensibiliza. Los labios tiemblan, los ojos se desorbitan, las mejillas se ruborizan. La saliva mana dentro de la boca, deseosa y sedienta.

El cuerpo de una mujer sufre, torturado por un deseo incontrolable y recurrente que regresa, mes a mes, a exigir el cumplimiento de los designios de una naturaleza sabia y femenina, fértil, como yo. Soy fértil, si y cada 28 días mis hormonas piden sexo. Mis neuronas se apagan, mis pensamientos racionales se extinguen y mi humanidad queda reducida a un básico salvajismo e instinto animal de reproducción.


De ríos encantados y piedras preciosas – 2

Se habrán dado cuenta de que solo hablé sobre las piedras preciosas antes; me faltó contarles sobre el río encantado que teníamos en la cuadra. Como les dije, pocas veces me dejaba mi mamá salir del patio pero eventualmente fui creciendo y tuvo que acceder a que dejara mi feliz confinamiento.

La cuadra mía es laaaaaarga, ya lo saben y mi casa queda casi a mediación. Llegando a la esquina de abajo – justo en mi senda y frente al placer que por ese entonces era yermo y hoy día es una mini finquita que un vecino sembró de aguacates y guayabas -, atraviesa la cuadra un río. No crean que lo que pasa por mi cuadra es un delicado y puro manantial ni nada por el estilo. En Cuba también se le dice río a los surquitos de aguas albañales y pútridas que guardan todo tipo de alimañas y transportan cualquier desperdicio arrojado por los inconscientes vecinos desde las ventanas de sus cocinas. Es decir, una fosa, pero todo el mundo le dice «El Río» y corre por todo San Francisco de Paula, desde el reparto «La Prosperidad» atravesando la Calzada de Güines y hasta «Revoredo» (supongo pues nunca seguimos el río más allá de nuestra cuadra).

En aquel momento, ninguno de nosotros compredía lo que era una fosa y como todo el mundo le llamaba «El Río» nosotros lo hacíamos también. Recuerdo que a cada extremo de la calle hay un pedazo grande de prefabricado de concreto que hace las veces de mirador. Allí jugábamos todos y competíamos en saltos y carreras e incluso intentábamos bordear el río. Este venía de la calzada, pasando por al lado del placer y allí nos metíamos los muchachos, entre los chivos de los vecinos que pastaban plácidamente y sorteábamos el eterno yerbazal y los tanques cortados a la mitad, por donde nos colábamos, pretendiendo que todos aquellos impedimentos se sumaban a nuestros juegos y nos la ponían difícil para probar nuestra audacia de mocosos entrometidos.

Recuerdo que muchas veces alguno de nosotros cayó en el ‘río’ – y estamos vivos y sanos de milagro, dicho sea de paso -, seguidos de la inevitable zurra de nuestros padres por «ESTAR METIDOS EN EL CONDENA’ O RIO COCHINO ESE, CHICO!!!!!!!», jajajaja! Y esto me lleva a otra mini anécdota dentro de esta.

Mis mejores amiguitos de la cuadra eran Yenisleidy y Yenier Alvarez Valladares, dos hermanitos que se criaron conmigo. Ella nació en Septiembre del 1987 y él es – bueno era, porque ya es todo un hombrón -, más chiquito; nació en enero del 90 (si no recuerdo mal). Estábamos jugando al trompo un día y no se por qué Yenier y yo nos prendimos de los pelos, faja’os! ustedes saben como son los muchachos. Resulta que Yenier me mordió un brazo y todo se quedó ahí pero mi mamá – todos sabemos como son las madres cubanas o.o -, me dice «OYE, LO MUERDES TAMBIEN!» y al final terminé haciendo las paces con Yenier y atrayéndolo a mi patio para morderlo yo. Así sucedió y su abuela que es una vieja zorra y mala le dijo que me tirara al río. Alguien del barrio le dijo a mi mamá que Julita – la vieja -, andaba atrás de Yenier todo el día porque iban a tirarme al río y mi mamá entonces montó guardia detrás de mi también.

Al fin, una tarde en que mi mamá estaba probablemente cocinando y no cuidándome las espaldas, la vieja que estaba por ahí le gritá a Yenier que me empujara. Estábamos parados sobre uno de los bloques de prefabricado y el pobre niño hizo lo que le ordenó la abuela pero en uno de esas premoniciones que tiene uno a veces, yo reaccioné a prisa y me quité del camino de Yenier y él, con el impulso, cayó de cabeza en la fosa.

Me da risa pero también me da lástima porque con el mismo impulso llegó el papá de Yenier, que no sabía nada del ardid fallido de la vieja, y con un trozo de manguera sacó a Yenier del río y se lo llevó a manguerazo limpio. Pero bueno, enseguida hicimos las paces de nuevo y seguimos tan amigos como siempre y su abuela y mi mamá no llegaron a cortarse la cabeza ni nada aunque nunca se tragaron después de eso, jejeje!

Pero aun así, seguimos juguetando en la fosa e intentando bordearla y llegar hasta el ‘final’. EL río hacía una curva en cierto punto y no veíamos lo que se escondía tras los yerbajos y las piedras mohozas. Cada día, prendidos de las improvisadas cercas, intentábamos seguir camino y descubrir el ansiado lugar escondido y encantado. Así fuimos perfeccionando nuestra estrategia, caminando un poquito más cada día, cayéndonos aun de vez en cuando dentro de la fosa y recibiendo palos de nuestros padres, hasta que al fin, un día inesperado – me imagino que como no dejábamos de crecer nuestra audacia y agilidad creció junto con nosotros -, logramos llegar al ‘final’ del camino encantado.

Creo que ese día el río perdió su atractivo pues descubrimos que aquel lugar encantado que tanto deseamos, no era más que la entrada a un pequeño túnel que pasaba por debajo de la calle y el río simplemente seguía su camino interminable, cosa que no haríamos nosotros para descubrir sus sobre-valorados secretos.

Nunca más jugamos en el río y los niñitos que nos siguieron, las nuevas generaciones, nunca tuvieron interés en aquel hechizante lugar que consumió tanto tiempo de nuestra hermosa niñez. Supongo que al crecer olvidamos pasarle nuestras memorias y secretos a los más chicos – con vergüenza admito -, borrando así un poco el legado que debió ser de ellos también.

Creo que ese día abandonamos un poco la niñez.


Celos… malditos celos!

Déjenme comenzar diciendo que yo no soy celosa y con esto no quiero decir que en un momento dado no pueda experimentar un ataque de celos, pero eso sería un suceso aislado. Normalmente, no soy celosa y no lo soy porque soy una persona muy segura de mí misma. Todos podemos tener un ataquito de esos de vez en cuando y armar lío, somos humanos, pero hay personas que son celosas por naturaleza. Yo particularmente creo que los hombres son más celosos que las mujeres.

Por ejemplo: si salgo a la calle y alguna mujer se degusta mirando a mi marido mi reacción inicial es de orgullo pues yo tengo algo que le interesa a alguien más. Eso no me molesta ni me pone furiosa y no padezco de celos por tal sencillez. Si mi marido le corresponde, ahí si se armó pero no porque sienta celos, si no porque es un falta de respeto. Entiendan que, no soy del tipo de persona cerrada que cree que cuando uno se enamora y se casa o se ennovia o whatever, se le inhiben a uno los sentidos, para nada.

Aunque uno esté enamorado de su pareja, cuando ve a alguien atractivo por supuesto que le llama la atención, no podemos controlar la atracción. Yo solo pido un poco de respeto. Si estás conmigo y vez a una mujer linda, al menos disimula para que yo no me sienta agredida o mídete y contén el deseo de mirar. Con eso me doy por complacida pues somos seres humanos y somos monógamos por sociedad no por naturaleza, por eso no se me ocurriría pretender que mi pareja tenga ojos solamente para mi. Una cosa es apreciar la belleza y otra es  el descaro.

Un hombre en este caso, en el de que otro le mire a su jeva, o se encabrita como un chivo violentado o se arma la piñacera ahí  mismo y la resalación. Esa es una de las razones por las que odio salir con mi marido porque él padece de este mal incurable y me hace pasar unas vergüenzas en la calle que no son fáciles. Él es muy celoso.

Todos debemos entender que antes de hoy, tuvimos un pasado y debemos respetar el de los demás. Existen sentimientos que siempre van a estar ahí y aunque uno quiera, no puede chapearlos como a la mala hierva. Cuando era muy joven no había manera de poder mantener una amistad con mis ex noviecitos – noviecitos bobos de esos que son solo novios de palabra -, pues al terminar siempre terminaban odiándome, sin motivo, pero a muerte. Terminé mi primera relación seria y sucedió lo mismo pues mi ex – novio de 5 años -, era un completo cromañón. Con mi novio posterior pasó diferente pues es un hombre diferente a su vez.

La relación fue muy fructífera y terminó porque yo vine para los Estados Unidos y el amor no sobrevivió a la distancia pero ambos decidimos dejarlo y seguir nuestro camino. Yo le guardo mucho cariño y se que él también me quiere mucho y ambos añoramos el re-encuentro para pasar aquellos ratos entre amigos en los que tanto nos divertíamos.

Yo he logrado crecer y madurar lo suficiente a mis 23 cortos años como para aceptar ciertas cosas y reflexionar sobre algunas otras. Siempre  intento actuar racionalmente y a veces no puedo, lo admito, mi vehemencia de ser humano no me permite la ecuanimidad perenne, pero me controlo, me AUTO controlo e intento verlo todo desde el punto de vista de los demás. Me gusta entender porque me gusta ser entendida.

Cuando conozco a cada persona intento ser todo lo transparente que me inspire su confianza y dejarle saber todo lo que soy y lo que he sido y solo pido que se me acepte tal y como soy hoy. Hago lo mismo yo; acepto a los otros con todos sus lados oscuros, sus historias rotas, sus ilusiones y sus remembranzas. Si no soy capaz de tolerar lo que el otro es o ha sido, me retiro a tiempo porque no soy capaz de pedirle a alguien que deje de SER por mí. No puedo quitarte lo que te hace el hombre del que me enamoré.

Por favor, no intentes hacer lo mismo tu conmigo.


De ríos encantados y piedras preciosas – 1

Cuando yo era chiquitica y del Mamey, jejejeje! Bueno, esta vez vengo con más historias de mi niñez en San Francisco de Paula.

Anoche, cuando llegó mi esposo del trabajo (él llega a eso de las 11 pm), después de bañarnos y casi antes de quedarnos dormidos, se filtró una anécdota de cuando era pequeña. Se la conté y de una fui brincando a otra y casi se me acaban los cuentos, que le hice muy reducidos pues sus párpados se caían y yo comenzaba a hablar catibía de tanto sueño. Pero me quedé con esas historias en la cabeza y me sentí privilegiada de haber tenido una niñez tan bonita y poder conservar tantas historias para cuando nazcan mis niños.

Ya les conté sobre mi patio pero no les dije que en ese espacio grande y lleno de árboles frutales pasé casi toda mi niñez, jugando, mataperreando y haciendo de las mías con los demás niños del barrio pues mi mamá es medio neurótica y pocas veces accedía a dejarme salir a jugar en la calle – amén de que mi cuadra es casi imposible de transitar por vehículos motores por el lamentado estado de su ‘afalto’ -. Entonces, ella prefería tener 10 o 15 muchachos metidos en su propiedad y velar por todos a que yo saliera a jugar bolas al frente de la casa.

Como es lógico, tengo muchas anécdotas de los juegos que inventábamos mis amigos y yo; de los personajes y de las maravillas que creíamos encontrar en aquel patio hechizado – gracias a nuestra fértil imaginación de niños nacidos por los 80 -. Yo creo que mi generación fue la última que jugó en la calle a los ‘cogidos’, las bolas, el ‘comefango’, la pelota ‘a la mano’, a la pañoleta, a las carriolas, a los pistoleros, a las princesas y un sin fin de juegos que mis congéneres y yo – y los que fueron niños antes que nosotros -, disfrutamos tanto y ya se han perdido.

Digo esto pues mis primos, que son como 3 años menores que yo, perecieron a la peste de las pcs y los juegos de videos. Cuando yo era chiquita me compraron un ‘atari’ que era como se conocían por aquel entonces, un «Family Game» – esa era la marca si no recuerdo mal -, que tenía solo 2 cassttes: uno con 900,000 juegos (creo y este era el que tenía yo), con el siempre entretenido Tetris, Come-Come, el Contra y Mario; el otro, tenía otro número raro de juegos (digo raro pues eran como 7 juegos nada más pero se repetían hasta el cansancio) y tenía las Tortugas Ninja y el Futbol aquel en japonés, recuerdan? También estaban los Nintendos pero no recuerdo más pues seguí prefiriendo los juegos ‘humanoides’ a las novedosas ‘máquinas’. Mis primos no saben bailar un trompo, saltar una suiza, jugar a los yaquis y mucho menos a la pelota. Son unos ratones de laboratorio y para colmo, vinieron para este país y aquí acabaron de joderse. Uno tiene como 19 años y nunca ha tenido una jeva y el otro tiene como 17 y va por el mismo caminito. Qué lamentable, eh? No es que sean gays ni nada, es que simplemente tienen el cerebro tan atrofiado que uno de ellos quiere ser diseñador de juegos – eso no es malo, para nada -, pero probablemente termine diseñándose una novia virtual pues como están las cosas… o.o  Bueno, sigo con mi historia que las pcs y mis primos zonzos  no eran el tema.

En mi patio, ya les conté, había todo tipo de materiales de construcción para construir el palacio – fantasma -, que jamás se llevó a término. Al lado izquierdo de la casa, había una loma de piedras para fundir y esas cosas. Esta loma se levantaba a la altura más o menos de la ventana, haciendo que el techo fuera accesible sin mucho esfuerzo. Recuerdo que un día andaba yo de bandolera, trepada en el techo haciendo no recuerdo que y al querer bajarme, rodé por la loma de piedras para abajo y estuve una semana a base de duralginas – inyectadas y en píldoras -, para el dolor pues al parecer hice un mal gesto y se me clavó un aire entre el pecho y la espalda y cada vez que respiraba era como si me apuñalaran en las entrañas. Yo era buena, no crean, pero ese día tuve un ‘pequeño’ accidente. Qué niño no los tuvo? ;p

Ayer conversando con Arian le dije que eran piedras como de cuarzo – yo especulando pues no tenía ni idea de qué diantres eran las piedras pues no se nada de piedras, jajaja! -, pero hoy buscando en Google puse «piedras de cuarzo» y me salieron muchas imágenes similares a la que encabeza este post y les juro que mis piedras eran muy parecidas a estas, así que supongo que entre todas había algunas de cuarzo. Pues estas piedras de cuarzo, cuando yo era chiquitica y del mamey – y sabía mucho menos de piedras que ahora que soy toda una experta… piedras de cuarzo, ptss! 🙂 -, fueron bautizadas por mi y la horda de chiquillos piojosos y descalzos que me visitaban en mi reino de 16 x 20 metros cuadrados, como «las Piedras Preciosas» y casi suena como el título de unas aventuras, jejeje!

Nos dedicábamos a coleccionarlas y a hacer competencias sobre quién tenía las más bonitas y no crean que me aprovechaba de ser la niña de la casa, yo las compartía con todos mis amiguitos y ellos podían colarse en el patio a descubrir tesoros cuando quisieran – y a robar mangos, by the way o.O -. Así conocimos el trading market, con solo 5 o 6 años… las cambiábamos entre nosotros mismos y les dábamos valor en dependencia de sus colores y el brillo de los cristales. Recuerdo que las colectaba y luego las lavaba bien y las ponía a secar en el alero de la ventana. Al otro día las recogía y se las enseñaba a mi abuelita que siempre me alentó a ser creativa e imaginativa. Cuando le decía que eran «Piedras Preciosas» nunca me aclaró que fueran burdas piedras de cuarzo para levantar columnas o hacer zapatas, siempre me dejó creer que era rica en piedras valiosísimas y muy raras; en aquel entonces dudo que alguien más las tuviera en todo el mundo, jajaja! Qué bello es ser niño!

continuará…


Hollow…

Adagio de Lara Fabian me acompaña esta vez y sabrán, los que han escuchado la canción, que es triste… para mi de las más tristes que he escuchado… habla de amores y esas cosas – que no es el motivo de mi desazón -, pero la letras y la música, acompañadas de la hermosísima voz de la intérprete, hacen que se me erice la piel.

Este es uno de esos días en que, aunque rodeada de gente, la soledad me invade. Desde que desperté esta mañana siento como si mi alma hubiese dejado mi cuerpo y anduviera vagando, perdida, en algún lugar lejano y desconocido y no soy capaz de encontrarla.