Archivo mensual: marzo 2014

Cuando me voy lejos…

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Cuando me voy lejos

me convierto en un ser inaccesible,

desaparezco entre la humareda de mi alma carbonizada.

Cuando me voy lejos

ya no quiero pertenecerte,

quiero estar sola y odiarte hasta el cansancio de mis huesos.

Cuando me voy lejos

ni tú ni nadie me puede rescatar

de esa oscuridad que me invade y me domina.

Cuando me voy lejos

ya no existe nadie más que yo y mis penas,

nada importa, nada suena, nada vive, nada queda.


Ese animal llamado hombre – VII

Erotica

Creer en la fidelidad es pecar de ingenuidad.
Edgar López Vargas

Ese animal infiel.

Todo el mundo teme a las infidelidades, todos sin excepción. La razón es lógica pues es sabido que la primera e imprescindible regla que hay que cumplir para que le peguen un tarro a uno es tener pareja. Cuando uno es soltero ni piensa en eso pues no es una posibilidad pero cuando uno se enreda en una relación sentimental que importe un poquito, enseguida comienza uno a cavilar y a darse cuerda acerca del posible e incluso inminente tarro.

Y habrá quien piense que existen personas 100 % fieles, incapaces de pegar un tarro por nada de la vida porque el amor verdadero existe. Yo digo: BULLSHIT!! Yo no concuerdo con la primera parte de la anterior afirmación. El amor verdadero SI existe pero no asegura la fidelidad eterna. Todo ser humano sexuado tiene la capacidad física y mental de ser infiel, solamente tienen que darse las circunstancias ideales para que eso suceda en un momento dado, como todo en esta vida.

Y OJO, no estoy diciendo que todos seamos, hayamos o vayamos a ser infieles en algún momento de nuestras vidas. Lo que digo es que todo el mundo es propenso a serlo aunque escoja lo contrario, aunque nunca suceda. Todos podemos serlo en algún momento.

Y me gusta analizar las razones y no hablaré del infiel habitual, del deportista, del punto fijo. Quiero analizar la psiquis del infiel que de veras ama a su pareja y quiere, aun al momento en que la infidelidad sucede y aunque a nivel subconsciente, pasar el resto de su vida con su pareja «legal» y entiéndase la de por el día, no el amante. Ese infiel de paso, de prueba, de una vez en la vida… ese es el que nos interesa ahora.

A veces uno piensa que el amor es suficiente para que una relación dure toda la vida. AL principio de cualquier relación las dos partes están dopadas con dopamina y no hace falta mucho para alimentar sueños de eternidad y amor. Cuando la pasión inicial pasa y la vida real nos golpea, la convivencia se muestra en blanco y negro de veras y ahí tenemos que comenzar a devanarnos los sesos para arrastrar esa relación y mantenerla a flote día a día.

El sexo, aunque mejor disminuye pues al principio pensamos que MÁS es MEJOR pero con el tiempo nos damos cuenta de que la CALIDAD siempre aventaja a la CANTIDAD. Cuando vamos conociendo mejor a nuestra pareja vamos compenetrando más pero también la pasión se va enfriando. Ya un roce no te enciende, ya todo no es color de rosa y las mariposas en el estómago por cualquier bobería se mueren. Muchas parejas experimentan un declive sexual marcado al pasar los dos primeros años o incluso menos – aunque pocas parejas lo admitan.

El roce es el que mantiene el cariño intacto y el sexo mantiene las cosas en su lugar, pegadas donde van. Sea que la disminución del sexo venga antes, después o a la vez que los otros problemas, siempre es un punto más a favor de la infidelidad que se agazapa esperando en una esquina para hacer su aparición. Y así, muchos problemas de pareja cotidianos, que por separado no tienen mucho peso pero que a la larga y todos juntos pueden mellar en la autoestima de las partes, hacen que un día, uno de los dos resbale y caiga. Y por supuesto, no digo que en todas las parejas con problemas ocurran infidelidades pero si en casi todas si los problemas no se arreglan o si la unión no se disuelve a tiempo si fuera insalvable.

Uno desde fuera siempre lo ve desde el punto de vista moral y muestra simpatía o rechazo en dependencia de la propia situación emocional que enfrente en el momento. Uno puede pensar que es un descaro, que es inadmisible o puede pensar que la víctima de la infidelidad es culpable y se lo buscó. Realmente nada de eso es importante. Lo importante para evitarlo y para no sufrirlo es comprender las razones que propician una infidelidad y las señales inequívocas de que se está al borde del abismo.

La falta de comunicación, el rencor, los conflictos recurrentes, la no resolución de los problemas a tiempo, la insatisfacción, las falsas expectativas, los ideales, son todos peligrosos pasos que damos, inadvertidamente, antes de caer por el hueco de la infidelidad.

Algo raro que nadie comprende luego de que sucedió y que choca bastante es que uno no lo veía venir. No se ve porque se está ciego y porque parte del amor y de la costumbre es la esperanza sin fin de que todo mejorará cuando, al contrario, empeora con cada segundo que pasa. Uno escucha las historias de compañeros de trabajo, vecinos, lo ve en la televisión y no se da cuenta de que la infidelidad le está mordiendo el trasero.

Sobrevivir una infidelidad es una prueba terrible que pone la vida. Cuando ya pasó y no se mantuvo en secreto el mundo se derrumba para ambas partes. La víctima se siente rechazada, la autoestima baja, aparecen la inseguridad y los celos incluso si nunca antes existieron, la confianza se pierde por completo y aparece la paranoia. Por su parte el victimario se siente avergonzado y estúpido, comienza a tenerse en muy baja estima a sí mismo cuestionando sus valores morales y humanos. Ambos temen perder la relación que en algún momento pudo haber sido muy sólida y sobre todo el tiempo que en ese punto puede convertirse en tiempo perdido.

A mi no me gusta culpar a nadie pues el ser humano es por sobre todas las cosas muy idealista y además, muy inconforme. Al principio la dopamina nos hace creer que encontramos al ser ideal, perfecto para nosotros y como nos creamos una idea en nuestras mentes, de la cual nos enamoramos, no somos capaces de admitir que ese ente posee fallas pues sería como admitir que amamos a un ser imperfecto y eso nos hace imperfectos a nosotros.

Cuando se está enamorado y se pierde el control de la relación uno no quiere perder al ser amado pero tampoco sabe como conservarlo. Entonces se crea un ambiente de amor/odio que es el que te mantiene atado a esa persona y el, a la vez, te empuja a buscar afuera algo que consuele tu perenne dolor y llene el vacío que sientes. Hay quienes encuentran eso que andaban buscando pero en el mayor de los casos, cuando más fuerte es el amor por la pareja, no encuentras nada y regresas más vacío y aún y sobre todo, derrotado.

Hay que ser muy maduro y tener un control emocional muy grande para sobrevivir una infidelidad con valor y sobre todo, para que la relación coja su rumbo de nuevo y prospere de nuevo hasta su cúspide de gloria. La mayoría de las personas no poseen esa capacidad de arreglar lo que estaba roto por el entorno cultural y social en el que se formaron como personas pero algunos ganadores sobrevivientes lo logran. Imagino que el que rebasa una infidelidad puede enfrentar el fin del mundo de la mano de esa persona amada.

No es fácil entender el por qué de las acciones de la otra mitad pero hay que ponerse en su lugar y tratar de verlo todo desde su perspectiva para darse cuenta de que tampoco es fácil para ella. Hay que ver las razones del posible o real infiel y hay que considerar las razones de la víctima que perdona o no. Todo en la vida tiene matices y comprender el por qué de las cosas siempre será un reto para el ser humano.

Y gracias al cerebro por esto.


La mala…

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Mujer de mi mala suerte,
cuando apago al luz
Se enciende tu risa
Quiero saber como es tu noche
Tu aliento en la madrugada
Tu ventana abierta para calmar la sed
De no se que viajero.

Mujer de mi mala suerte – Facundo Cabral

Un gemido, dos… una mordida dolorosa en el labio inferior. Una mirada cínica, de disfrute.

Le dicen la Mala y lo es. A ella la enciende hacer sufrir a los hombres y usa su sexo sabiamente. Es una Amazona entre las sábanas y cabalgar a un hombre es uno de sus mayores placeres.

Una vez que los aprisiona entre sus muslos de súcubo no hay salida. El laberinto de sus entrañas los arranca del mundo real y se vuelve la adicción de cualquiera que prueba de la ambrosía de sus jugos. Es Mala y le gusta serlo.

Cuando dice «muérdeme» lo dice en serio y agrega un «duro» luego de la mordida cobarde que siempre inaugura el festín. Controla los movimientos y está atenta a la respiración. Cuando siente que se acerca el clímax se detiene, se aleja y los deja con ganas, fervientes, violentos y frustrados. Los maneja a su antojo y no se apiada de sus patéticas súplicas.

Es Mala porque quiere y porque puede y le resulta. No le faltan las citas a diario y mantiene un menú muy exclusivo y variado para satisfacer su voracidad de carnívora. Le gusta que la llamen Mala entre jadeos y nalgadas; la excita sobremanera.

Y siendo Mala consigue todo lo que quiere. A ser Mala aprendió de los hombres. Nada es más verídico que la obsesión con lo imposible y como ella se mantiene imposible para todos ellos, todos la ansían locamente. Y ella se regodea, malvada, Malísima y lo adora. Los adora…