El hombre perfecto te dice que no. Te dice que no mientras ruegas, lloras y pataleas. Te dice que no mientras enloqueces y te halas el pelo.
El hombre perfecto espera a que dejes de pedirlo, a que te resignes a que «no es no», a que aprendas quién manda y a quien debes respetar por encima de todo. Entonces, solo entonces…
… te lo da.
Tus notas a pie de página...