
Tu casa puede sustituir al mundo; el mundo jamás sustituirá a tu casa.
Proverbio alemán
Dicen que Cuba es un estado de ánimo… creo que es cierto.
Un viaje relámpago fue lo que programé, no le dije a nadie hasta última hora pues me he anunciado tanto como la coca cola y al final, nunca llegaba.
A mi abue, mamá y mi padrastro los cogí fuera de base pues estaban en medio de una construcción y el mismo día que llegué estuvieron pintando hasta que se montaron en el carro para irme a buscar. A Maday y Dayani las agarré de sorpresa pero igual tenían que venir a la Habana para el sábado después así que la hice adelantar el viajecito. Al camarero lo hice dejar asuntos de familia delicados e importantes para correr a mi encuentro y retirarse al día siguiente. A mi cuervo del alma lo hice perder un día de trabajo pero creo que valió la pena aunque hubiera querido abrazarlo más. A Deyma la hice ir a trabajar con el sueño de una noche (madrugada realmente) en G, cogiendo frío y sereno. Pepe al otro día tenía clases y no se abrigó suficiente. A Alecito se le pasó la parada y tuvo que salir del monte en el que vivo (San Miguel del Padrón) para regresar a su 10 de Octubre solito. Mar y Rafa me esperaron pero llegué tarde y se fueron, otra vez será. Los demás, me dejaron quemaísima 🙂
Llegué con la garganta medio cómica y a las 2 horas ya estaba ronca, ronquera que me alejó del canto aunque no de la cháchara, amén de tener que llegar a trabajar hablando por teléfono, jejeje! Pero valió la pena!
Fue muy lindo pues mi mami, abue y padrastro estaban esperándome. Pero no solo ellos, mi hermanita Maday y cuñi D también. Al pimero que divisé en la multitud fue a Karasu. Estaban también Julito y mi suegro. Nos fuimos del aeropuerto a conocer a la familia política en Alamar y de ahí a mi San Fco de siempre. Nos encerramos en mi casita que es bien pequeñita y aunque, éramos muchos, nos la arreglamos para sentirnos bien – o al menos yo me sentí muy bien. Julito amenizó con juegos mientras los vejetes dormían. Se me fueron él y Karasu en la mañana pues el segundo día era para mami y abue.
Como a todo cubano que va para allá desde la yuma, no podía faltarme el drama. Me acosté a dormir por 2 horas y mi abuelita – de 72 años – se me escapó en una guagua para la Víbora porque tenía que buscar el pan. Por otro lado, mi mamá montó en cólera porque mi padrastro se fue a trabajar y no quería ir a ningún lugar conmigo pues le dolía la cabeza. Realmente fue un ataquito de cul* que le dio, mezcla de celos y obsesiva posesión. Si, tuve que ponerme soez y por un momento, hasta recuperé la voz mientras me defecaba en todo el mundo y gritaba que si no se ponía pa’ las cosas me iba pa’l carajo – queriendo decir aeropuerto – a esperar el condenado – usé palabras más fuertes, créanme – avión para regresarme aquí.
Bueno, es normal, siempre pasa y todo el mundo se relajó y finalmente anduvimos la Víbora y San Fco en guaguas de a peso y máquinas de alquiler. Es raro que casi no comí nada, supongo que el catarro me tenía inapetente y solo hice 3 comidas en todo el tiempo que estuve allí.
La segunda tarde me cayó Kike. Solo escuché los gritos desde la acera y cuando salí a abrirle la reja que estaba cerrada ya el brincaba – a 2 metros y medios de altura – para cargarme y abrazarme y llenarme toda de besos. Con Kike fue muy lindo pues es el único con el que no he podido comunicarme en 3 años y medio pero sentí su calor como el día que me vine para acá. Somos muy compatibles y nos queremos muchísimo. Para qué decir que fue el único que me hizo llorar un poquito; él es muy sensible.
Esa noche todo el mundo se portó bien y como a las 10 nos fuimos Kike y la novia, Maday, D y yo rumbo a la parada para irnos a G donde Karasu estaría esperándonos, junto a los que aparecieran. La espera fue larga pues el transporte cada vez está peor y finalmente nos fuimos en una máquina hasta la Habana y de ahí otra hasta el Vedado. Allí estaban el cuervo, la pequeña Deyma, el delgado pepe y el encantador Ale.
Al verlos fue como si los conociera de toda la vida, como si nos hubiéramos visto en la tarde y así me sentí todo el tiempo. Hablamos, dimos chucho, jugamos nuevamente a los juegos del camarero y traté de abrazarlos un poquito a todos pues tenían mucho frío y yo no, amén del catarro. Cuando salí de la casa estaba medio afiebrada pero me sentó tan bien la presencia de mis amigos que regresé sintiéndome mejor que nunca.
Volví a acostarme 3 horas hasta que mi mamá me despertó para ir de nuevo a Alamar a darle la vuelta al suegro y hacer fotos de la familia para mi amor. De ahí corriendo al Vedado a comprar un águila que terminó siendo Pegaso para mi tuti y Habana Club 7 años, que nunca puede faltar. Almorzamos en la paladar Mesón de Sancho Panza pero comí poco pues ya el catarro, el agotamiento y el malestar podían más que yo. Me dio fiebre sentada allí y realmente solo quería irme ya, quería que mi tuti me cuidara, quería descansar. De veras, de ánimo ya no me sentía bien y el malestar físico era insoportable.
La despedida fue normal, rápida, nadie se quedó triste o eso me hicieron creer. Yo no me fui triste, claro que no. Venía en el avión pensando en el regreso, en lo bien que me sentó el reencuentro y en lo lindo que es mi país.
Llegué la noche de Thanksgiving y Arian estaba como loco pues esos 2 días y medio sin mi no pudo dormir de tanto extrañarme. Nos fuimos a casa de Yusmel que había hecho un pavo exquisito con un sweet potato casserole que es como un puré de boniato amarillo del que hay mucho aquí pero que lleva almendras y una tonga de cosas más. Comí con mucho gusto y nos fuimos enseguida. Me bañé como si viniera del desierto y caí en la cama como una piedra.
Hoy, casi 2 semanas después, siento mucha alegría en mi corazón pues Cuba me sanó y no puedo esperar a volver.