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Sueños de adolescentes…

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La adolescencia representa una conmoción emocional interna , una lucha entre el deseo humano eterno a aferrarse al pasado y el igualmente poderoso deseo de seguir adelante con el futuro.

Louise J. Kaplan

Yo conocí a mi primer novio cuando éramos niños. Él era un rubito muy lindo de esos que todas las niñas aman en secreto. Vivía al doblar de mi casa y lo veía ir para la escuela todos los días. Nos hicimos novios cuando cumplí 15 años y duramos juntos hasta mis 20. La relación nunca fue nada gratificante pero supongo que cuando uno no conoce nada más cree que tiene lo mejor. Él siguió siendo un muchacho bonitillo pero por la personalidad estaba frito. Era muy penoso e introvertido además de ser muy complejista y encartonado. Del padre aprendió el machismo y de la madre la sumisión.

A pesar de todo eso me gustaba. Tenía los labios carnosos y olía a sol de mediodía. Su piel era de color caramelo y sus mejillas se sonrojaban al más mínimo esfuerzo. Tenía los brazos fuertes y firmes, las manos duras, el aliento fresco. Tenía el pene más bello que he visto en mi vida (o tal vez es solo la memoria emotiva pues ni siquiera fue el mejor sexo de mi vida, solo el primer sexo) y aunque no era muy open minded ni vanguardista en temas de cama, lo disfruté bastante mientras lo tuve.

El noviazgo lo pasamos mientras yo estudiaba el Técnico medio y muchas veces me vi tentada a serle infiel. Había en mi aula un muchacho aún más bonito que mi novio, trigueño, alto, con unos labios de Barbie que me derretían. Había otro muchacho, un tercero, también alto pero este era fuerte, un hombrón para sus 16 años, metrosexual pero machote. Era una cosa indefinible de sexy el condenado. Al primero lo llamaremos J y al segundo F pues no quiero divulgar sus nombres.

J era el niño lindo del aula, ya les dije que era bello. También era galante, simpático, con una dentadura y sonrisa perfectas. A mi me gustaba mucho y flirteaba a diario con él. Recuerdo que un día en segundo año, en una tarde lluviosa de laboratorio a alguien se le ocurrió poner un hentai en una de las computadoras (oh! ya recuerdo cuando choqué con el hentai por primera vez) y mientras casi todas las chicas del aula pusieron el grito en el cielo entre protestas y niñerías, mis dos amigas y yo nos plantamos delante del monitor a disfrutar del más fino porno que existe – en mi humilde opinión.

No sé si fue el hentai o el flirteo constante que se vivía en ese tiempo de adolescencia y hormonas pero comencé la jodedera con J y supongo que me calenté. Me calenté tanto que lo tomé suavemente de la nuca y lo miré con los ojos llenos de sexo, me acercé a su oreja y casi le maullé un «me gustas mucho» que jamás he dicho de nuevo con tanta sensualidad. Él se tornó todo rojo, se quedó atónito porque, aunque no lo dije, expresé tal madurez, tanta disposición a hacer lo que fuera con aquellas tres palabras que él no fue capaz de asimilar. Mucho menos fue capaz de reaccionar y sus palabras se le atragantaron en la garganta.

No fue hasta tercer año, en otra tarde lluviosa en que terminaron las clases y el tecnológico completo estaba varado en aquel edificio bajo un aguacero de perros en el fin de mundo donde estudiábamos, inundados, con frío y obligados a amontonarnos en los pasillos, esperando a que la lluvia cejara para podernos marchar a casa cuando J se me acercó y me dijo algo como que nunca había olvidado aquello que le dije y que yo también le gustaba a él. Fue muy simpático y tierno pero me imagino que su demora olímpica me hizo perder el interés y lo rechacé con mucho tacto, dándole un abrazo amistoso para que pudiera apretar mi cintura, oler mi pelo y sentir mis tetas en su pecho. No encontré otra manera para reparar su ego herido que dándole alguna imagen para sus noches de auto-complacencias.

Con F era diferente. Amén de ser un seductor empedernido yo simplemente no lo soportaba. En primer año le hice pasar una gran vergüenza delante de toda el aula y creo que decidió intentar agradarme antes que seguir una guerra que no podía vencer contra una vagina con cerebro. Muchos años más tarde me confesó que estaba muerto conmigo y que se pasó cuatro años haciendo de todo por encajar en mi grupo de amistadas solo para pasar tiempo conmigo pero como yo era tan malvada y cínica nunca se atrevió a hacer nada para conquistarme.

Es cierto que yo era muy mala pero solo con él pues es el tipo de persona que me saca la leche rápido, simplemente tiene esa propiedad para molestarme con lo más mínimo. Supongo que por eso me gustaba tanto; me suponía un reto el estar cerca de él y no abofetearlo.

Ya por tercer año éramos lo más cercano a dos amigos que íbamos a ser nunca y él, siempre liado en problemas de faldas, venía a mí a pedir consejo. Yo le decía en voz alta lo que tenía que hacer mientras rezaba porque me estrechara entre sus enormes brazos de titán de 18 años y me apresara contra aquel puto muro del balcón del cuarto piso y me mordiera los labios y metiera su lengua hasta mi garganta. Jamás lo hizo. Solo amagaba con darme un beso de vez en cuando y yo amagaba con quitarme o con golpearlo pero en esos breves instantes gozábamos de la proximidad, de la clandestinidad que suponía tocarnos de refilón. Me gustaba tanto su olor y la manera en la que me miraba y el notarlo erecto en cualquier momento, sonrojado pero como si nada estuviera sucediendo. Él me describía en atuendos sexys y me decía cochinadas cada vez que le daba la gana y yo lo llamaba estúpido con ganas de irle arriba y destrozarlo.

Pero el tiempo pasó y mi primer novio se quedó en el camino, también J y F quedaron atrás. Yo dejé de ser una adolescente para convertirme en una joven adulta. Puse mar de por medio con ellos e incluso cuando J cruzó el charco y lo vi, no sentí la fiebre de antaño. Ellos dejaron de ser personas reales para mi pues el recuerdo, la fantasía que suponen todos y cada uno de los hombres que han pasado por mi vida, son más gratos que la realidad.


Sólo me queda soñar…

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You give me the sweetest taboo
That’s why I’m in love with you
You give me, you’re giving me the sweetest taboo
Too good for me 

The Sweetest Taboo – Sade

Anoche soñé que un tipo sexy de nariz afilada me abría las piernas y me sobaba los labios pegajosos con sus dedos mientras yo reposaba de costado y metía mi lengua en la garganta de un adolescente de espejuelos y rizos negros.

Soñé con una puerta cerrada y un vacío en el estómago que denotaba miedo, miedo de ser descubierta por mi madre. Soñé que le decía, «yo soy soltera, puedo hacer lo que me de la gana» y ella amagaba por darme una bofetada por puta.

Luego pasé de los labios del adolescente a otros y este nuevo hombre me decía que me relajara, como si lo besara con mucha vehemencia y yo preguntándome, acaso existe otra manera de besar?

Los sueños son raros pero a veces nos suenan verdades que escondemos o temores que tenemos. Los sueños nos reprenden por los deseos reprimidos y por no complacernos al máximo.

Si, soy culpable y me debato con mis deseos y gustos pero no se puede tener todo en esta vida.


A nuestros viejos…

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Mi abuela

Nuestros viejos no son eternos y aunque nunca pensamos en esas cosas, un día nos tendrán que dejar. Cuando hablo de viejos me concentro en los abuelos pues por mi edad, mis padres sin jóvenes y fuertes y me los imagino octogenarios.

Yo sé que todo el mundo no piensa igual pero al menos yo venero mucho a esos viejitos. Juro que se me enternece el alma cuando veo a un ancianito. Surten un efecto en mí que ni los bebés provocan. Y es que sobrevivir tantos años a esta vida de mierda, y sobre todo con tanta dignidad, es un acto heroico. Eso me merece mucho respeto.

Pero al final, la jodida vida se va llevando de poco en poco a todos esos angelitos arrugados a un lugar mejor, a decir de muchos, pero la verdad es que nunca se van. Se quedan en cada rincón de nuestra casas, en cada cuento de la niñez, en cada olor del pasado.

Y yo miro a mi alrededor y pienso que puedo sentirme dichosa pues mi angelito aún existe. Y allí está entre sus matas del patio, con sus libros y tarecos guardados, pensando en mí y en quién sabe cuántos más recuerdos que se le borran poquito a poco de sus oxidada memoria. Y yo estoy lejos y ella no quiere dejar su pedacito y por ley de la vida yo tengo que vivir caminando hacia adelante no hacía atrás.

Pero la quiero y la añoro y también pienso mucho en ella. Entre tantos otros sueños de un futuro que quiero, mis recuerdos del pasado, casi todos tienen su matiz personal. Casi toda yo soy un producto de lo que construyeron sus manitas viejas y doloridas. Casi todo lo que pienso viene de lo que me enseñó ella de la vida.

Soy quien soy gracias a mi abuela y no me veo en un mundo donde ella no exista pues el mundo lo inventó ella para mi. Larga vida a mi abuela y a todos los abuelitos del mundo, en su pedacito de tierra o en su pedacito de cielo.

Larga vida!!!

A mi amiga Thais y a nuestra abuelita Chuchita,
que descance en paz
y por supuesto, a mi abuela Águeda.


La vida es una mierda…

Me fui a Cuba, esta vez por una semana, llena de inspiración, planes y expectativas.

Este de mi tercer viaje y el primero con tiempo suficiente para disfrutar Cuba. Lo planifiqué para luego del 14 de Febrero para poder pasarlo con mi amor aquí pero para estar presente allá en la semana de la Feria del Libro. También planifiqué visitar Santa Clara para conocer a la familia de mi amor y pasar tiempo con mi camarero del alma. Esta vez también mi queridísima Maday estaría presente. Tenía todos los teléfonos de amistades leales y antiguas a las que quería visitar por fin. Qué más se puede pedir para ser feliz?

Eso pensaba yo pero la vida, – y la gente sobre todo – siempre cabrona, te cambia los planes o mejor, te hace cambiar los planes.

Entonces, solamente pude ir a Santa Clara aunque el tiempo con camarero es algo que nos debemos aún. La Feria del Libro tendrá que seguir esperando por mi al igual que los amigos, siempre pacientes. Mi Maday estuvo, llorosa de vez en cuando y se escapó furtiva y de madrugada para no decir «adiós». La semana se convirtió en 4 días y el amor y la nostalgia y los buenos recuerdos se convirtieron en bilis dentro de mi boca.

Se que Cuba no tiene la culpa pero uno asocia las experiencias a los lugares y es una lástima que lo que 20 años viviendo allí no pudieron corromper se haya ido a la mierda en 4 puñeteros días de mierda.

Pero los quiero…


Trotamundos…

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La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar.

Christopher McCandless

Yo soy una mujer de familia que quiere tener hijos, una familia grande y bulliciosa, una casa amplia y cálida y vivir una vida larga rodeada de la gente a la que amo, de eso no hay dudas pero a veces la otra mujer que habita dentro de mi se queja y se revuelve en mi interior, pidiendo un poco de aventura.

Si no le debiera amor, cuidado y sobre todo, mi presencia a la gente que me quiere y necesita, si tuviera un poquito más de valor y un poquito menos de miedo, si las circunstancias fueran diferentes, si los hechos fueran otros, si tantas cosas fueran distintas podría darme el lujo de complacer a esa otra que me insta a fugarme al mundo de afuera, al de verdad, al que a veces sueño con vivir.

Podría irme a recorrer el mundo, viviendo del sudor de mis manos, viviendo al día con lo que pudiera conseguir. Me iría de misionera a África, a alimentar niños hambrientos. Podría irme a correr por la Muralla China o a coleccionar arena de todos los desiertos del mundo. Me gustaría aprender en villas escondidas en el fin del mundo las artes milenarias que los pueblos se han transmitidos de generación en generación. Me encantaría aprender a cultivar y cosechar arroz o trigo, a hacer arcos y flechas con mis propias manos, a escalar montañas o a lanzar cuchillos en un circo.

Sería feliz amasando harina para hacer las mejores pastas del mundo en Italia o buscando a Nessi con un catalejo desde una cabaña a la orilla del Lock Ness. Podría desenterrar tesoros o cantar al compás de las guitarras de algunos gitanos. Quisiera beber licores hechos en casa por manos arrugadas y probar comidas insólitas y exóticas hasta que conociera cada sabor.

De veras, sería muy feliz y al menos tendría mucho sobre lo que escribir y contarle a la otra parte del mundo, a mi parte del mundo, a los que no conocemos nada más allá de lo que otros más atrevidos nos cuentan.

Pero soy feliz soñando y esperando, soy feliz leyendo e imaginando y esa que me susurra de vez en cuando no es la que lleva las riendas, no es la que está viviendo. La que está viviendo soy yo y también soy feliz.


Crónicas de mi abuelita – 3

abuelaMi abuelita y yo – Mayo 2013

¿Leones? Esas son cosas de tu abuela!

El abuelo Pepe

Mi abuelita es lo más lindo que yo tengo en la vida; creo que ya lo he dicho antes. Una de las razones, entre muchas, es que mi abuela siempre fue muy creativa conmigo. Gracias a mi abuela yo puedo decir que crecí llena de historias, de fantasías y personajes mágicos. Ella, con su dulce hacer, formó a la mujer sensible e imaginativa que soy.

Cualquier madre o abuela, cuando los niños no quieren comer, le dicen que la cuchara es un avioncito y cosas así. Mi abuela me regaló dos gigantes que viven en un castillo; uno que come monedas y otro que no se llena nunca. Ella nos llevaba a mi primo Raulito y a mi al Museo de Ciencias Naturales, cuando estaba en el ala oeste del Capitolio y nos decía que no tocáramos nada y yo, chiquitica y del mamey, cuando apenas comenzaba a caminar y hablar, le decía a mi primo, muy seria: «Agüito, manito atrá». También nos llevaba caminando desde la Virgen del Camino hasta la casa en San Francisco pues siempre ha sido una caminante incansable.

Mi abuelita estaba casada con el abuelo Pepe cuando yo nací. El abuelo Pepe no era mi abuelo, mi verdadero abuelo murió cuando mi mamá era pequeña pero el abuelo Pepe llegó después de muchos años. Lo recuerdo vagamente pero sé que era un mulato de cara dulce y cabello cano – siempre tuvo canas, en mi recuerdo nació siendo viejo. Era muy bueno y yo lo quería mucho pero eventualmente la relación terminó y el abuelo Pepe se fue.

Yo tenía como 3 o 4 años solamente pero lo extrañaba mucho y me resultaba muy raro que mi abuelo no estuviera más. Todos los días le preguntaba a mi abuela «¿y el abuelo Pepe?» y mi abuela me inventaba excusas simples de abuelas simples pero yo no me quedaba convencida. Así le preguntaba casi a diario, dos y tres veces por día y mi abuela seguía dándome respuestas que todas las demás abuelas usaban para tranquilizar a sus nietos y yo seguía, insistente.

Un día mi abuela me llevó al zoológico y justo en frente del foso de los leones regresó la pregunta, «abuela, ¿dónde está el abuelo Pepe?» y supongo que le colmé la paciencia pues mi abuela siempre dulce me soltó un «¡No me preguntes más por el abuelo Pepe, niña! ¡Mira, al abuelo Pepe se lo comieron los leones!» que me dejó de piedra. En ese momento comencé a llorar y la tomé con un león flaco y mudo que descansaba. «León malo, ¿por qué te comiste a mi abuelo Pepe?» pero no se habló más del tema.

Supongo que aquella respuesta, digna de mi abuelita, satisfizo mi curiosidad y como niña al fin, nunca más pregunté por el abuelo Pepe pues mi abuela me convenció. Tampoco lo lloré más pues los niños olvidan rápido y nunca se me ocurrió que aquello fuera algo malo.

Entonces un día, a mis catorce años, golpearon la puerta en mi casita de San Francisco de Paula. Ya mi papá se había ido y mi abuela vivía en La Víbora. Cuando abrí la puerta, un anciano mulato de cara dulce y cabello cano que me resultó muy familiar me miró con una sonrisa amplia en los labios. Mi mamá que estaba conmigo lo saludó efusiva y luego de besos y abrazos me dijo, «niña, es el abuelo Pepe» y yo, automáticamente y como si destapara un corcho apretado le dije: «¿el abuelo Pepe? ¡Pero si a ti te comieron los leones!»

El abuelo Pepe se echó a reír a carcajadas y me dijo: «¿Leones? Esas son cosas de tu abuela.»

Ese día hablamos mucho y fue muy lindo. Desafortunadamente el abuelo Pepe estaba enfermo de cáncer y murió poco después; nunca lo vi después de aquel día.

Ya mi abuelita no es la misma. A sus 73 años es mucho lo que recuerda pero también lo que olvida o confunde y hace las mismas historias una y otra vez como si ya no las supiéramos. Pero esa viejita de piel de pasa y ojos húmedos es lo más lindo que tengo y gracias a esas cosas suyas siempre tendré historias que hacerles a mis niños, cuando lleguen.

Por eso, si a algo debo agradecer este día de gringos es a mi abuela y a la vida por regalármela. No todo el mundo tiene una abuelita dueña de gigantes que hacen a los niños comerse toda papa y de leones que se comen a los abuelos cuando se portan mal.


El verano siempre vuelve..

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Porque tú eres la espuma de ese río que nace en tus llanuras de verano y muere en mis crepúsculos de frío.

Laura Victoria

Hoy conversaba con una amiga y entre confesiones y casi lágrimas se me fue una frase que me gustó mucho. A veces uno escribe frases que parecen tejidas con seda y resbalan de los dedos al papel con tanta gracia que no pueden dejarse escapar así como así. Cuba me inspira esas letras a veces.

Le dije: «Yo era tan caliente allá, era como el clima, húmeda, sofocante. Este país de mierda vuelve autómata a la gente.»

Me gustó pues para mí es una verdad como un templo. En Cuba yo era un huracán alimentada de aguas tibias. En Cuba era libre, profana, llena de infiernos y dichas. En Cuba era feliz.

No existía el sueño, nada me cansaba, la energía desbordaba por mis poros de adolescente y me coronaba diosa del sexo en cualquier tarde de jueves, traspasando gemidos por debajo de las puertas, por cornizas y ventanas.

En Cuba siempre era verano para mis miembros inermes envueltos en semen y sábanas. Mi pelo siempre andaba enredado entre dedos de Adonis; también mis labios de Venus.

Allá todo era rapsodia, catarsis, orgasmos. La ciudad se me descubría multisexual, putona, decrépita, con su maquillaje del siglo pasado, luciendo toda sucia y marginada pero venerablemente sabia.

Y yo corría, bailaba, gritaba al viento, soltaba lágrimas saladas, me retorcía de gozo. La vida era un carnaval y yo era feliz así, profana, impía, libertina hasta los huesos. Los días me dolían solo en la memoria porque se escabullían sin ruido, como amantes viejos.

Ahora que cambié mi carta náutica, que mi domicilio no concuerda con mis sueños, amén de seguir en el caribe el hielo me persigue por estas tierras sin dueño. Ahora me lleno de telarañas y de polvo como muñeca gastada cuando en alguna época fui una marioneta de lujo, de una novedad aterradora.

El presente se me estanca en charcos dentro del corazón, se me adormece el espírito; soy fiera… domada. Las angustias se me juntan y construyen un muro entre yo y mi verdad. Poco a poco desaparezco, dejo de ser y me convierto en versos ajados por la melancolía del olvido y el recuerdo.

Aunque a veces mis muslos se tensan y mis senos se yerguen. A veces mi interior explota al beberme un trago. Y entonces comienzo a sentir nuevamente la sed felina, el deseo corrupto, la ilegalidad de estar aun viva.

A veces, solo a veces el verano vuelve a mí con su rocío pegajoso y me regala el clímax de una sonrisa de sudor.


Cuba y una hedonista…

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Tu casa puede sustituir al mundo; el mundo jamás sustituirá a tu casa.

Proverbio alemán

 

Dicen que Cuba es un estado de ánimo… creo que es cierto.

Un viaje relámpago fue lo que programé, no le dije a nadie hasta última hora pues me he anunciado tanto como la coca cola y al final, nunca llegaba.

A mi abue, mamá y mi padrastro los cogí fuera de base pues estaban en medio de una construcción y el mismo día que llegué estuvieron pintando hasta que se montaron en el carro para irme a buscar. A Maday y Dayani las agarré de sorpresa pero igual tenían que venir a la Habana para el sábado después así que la hice adelantar el viajecito. Al camarero lo hice dejar asuntos de familia delicados e importantes para correr a mi encuentro y retirarse al día siguiente. A mi cuervo del alma lo hice perder un día de trabajo pero creo que valió la pena aunque hubiera querido abrazarlo más. A Deyma la hice ir a trabajar con el sueño de una noche (madrugada realmente) en G, cogiendo frío y sereno. Pepe al otro día tenía clases y no se abrigó suficiente. A Alecito se le pasó la parada y tuvo que salir del monte en el que vivo (San Miguel del Padrón) para regresar a su 10 de Octubre solito. Mar y Rafa me esperaron pero llegué tarde y se fueron, otra vez será. Los demás, me dejaron quemaísima 🙂

Llegué con la garganta medio cómica y a las 2 horas ya estaba ronca, ronquera que me alejó del canto aunque no de la cháchara, amén de tener que llegar a trabajar hablando por teléfono, jejeje! Pero valió la pena!

Fue muy lindo pues mi mami, abue y padrastro estaban esperándome. Pero no solo ellos, mi hermanita Maday y cuñi D también. Al pimero que divisé en la multitud fue a Karasu. Estaban también Julito y mi suegro. Nos fuimos del aeropuerto a conocer a la familia política en Alamar y de ahí a mi San Fco de siempre. Nos encerramos en mi casita que es bien pequeñita y aunque, éramos muchos, nos la arreglamos para sentirnos bien – o al menos yo me sentí muy bien. Julito amenizó con juegos mientras los vejetes dormían. Se me fueron él y Karasu en la mañana pues el segundo día era para mami y abue.

Como a todo cubano que va para allá desde la yuma, no podía faltarme el drama. Me acosté a dormir por 2 horas y mi abuelita – de 72 años – se me escapó en una guagua para la Víbora porque tenía que buscar el pan. Por otro lado, mi mamá montó en cólera porque mi padrastro se fue a trabajar y no quería ir a ningún lugar conmigo pues le dolía la cabeza. Realmente fue un ataquito de cul* que le dio, mezcla de celos y obsesiva posesión. Si, tuve que ponerme soez y por un momento, hasta recuperé la voz mientras me defecaba en todo el mundo y gritaba que si no se ponía pa’ las cosas me iba pa’l carajo – queriendo decir aeropuerto – a esperar el condenado – usé palabras más fuertes, créanme – avión para regresarme aquí.

Bueno, es normal, siempre pasa y todo el mundo se relajó y finalmente anduvimos la Víbora y San Fco en guaguas de a peso y máquinas de alquiler. Es raro que casi no comí nada, supongo que el catarro me tenía inapetente y solo hice 3 comidas en todo el tiempo que estuve allí.

La segunda tarde me cayó Kike. Solo escuché los gritos desde la acera y cuando salí a abrirle la reja que estaba cerrada ya el brincaba – a 2 metros y medios de altura – para cargarme y abrazarme y llenarme toda de besos. Con Kike fue muy lindo pues es el único con el que no he podido comunicarme en 3 años y medio pero sentí su calor como el día que me vine para acá. Somos muy compatibles y nos queremos muchísimo. Para qué decir que fue el único que me hizo llorar un poquito; él es muy sensible.

Esa noche todo el mundo se portó bien y como a las 10 nos fuimos Kike y la novia, Maday, D y yo rumbo a la parada para irnos a G donde Karasu estaría esperándonos, junto a los que aparecieran. La espera fue larga pues el transporte cada vez está peor y finalmente nos fuimos en una máquina hasta la Habana y de ahí otra hasta el Vedado. Allí estaban el cuervo, la pequeña Deyma, el delgado pepe y el encantador Ale.

Al verlos fue como si los conociera de toda la vida, como si nos hubiéramos visto en la tarde y así me sentí todo el tiempo. Hablamos, dimos chucho, jugamos nuevamente a los juegos del camarero y traté de abrazarlos un poquito a todos pues tenían mucho frío y yo no, amén del catarro. Cuando salí de la casa estaba medio afiebrada pero me sentó tan bien la presencia de mis amigos que regresé sintiéndome mejor que nunca.

Volví a acostarme 3 horas hasta que mi mamá me despertó para ir de nuevo a Alamar a darle la vuelta al suegro y hacer fotos de la familia para mi amor. De ahí corriendo al Vedado a comprar un águila que terminó siendo Pegaso para mi tuti y Habana Club 7 años, que nunca puede faltar. Almorzamos en la paladar Mesón de Sancho Panza pero comí poco pues ya el catarro, el agotamiento y el malestar podían más que yo. Me dio fiebre sentada allí y realmente solo quería irme ya, quería que mi tuti me cuidara, quería descansar. De veras, de ánimo ya no me sentía bien y el malestar físico era insoportable.

La despedida fue normal, rápida, nadie se quedó triste o eso me hicieron creer. Yo no me fui triste, claro que no. Venía en el avión pensando en el regreso, en lo bien que me sentó el reencuentro y en lo lindo que es mi país.

Llegué la noche de Thanksgiving y Arian estaba como loco pues esos 2 días y medio sin mi no pudo dormir de tanto extrañarme. Nos fuimos a casa de Yusmel que había hecho un pavo exquisito con un sweet potato casserole que es como un puré de boniato amarillo del que hay mucho aquí pero que lleva almendras y una tonga de cosas más. Comí con mucho gusto y nos fuimos enseguida. Me bañé como si viniera del desierto y caí en la cama como una piedra.

Hoy, casi 2 semanas después, siento mucha alegría en mi corazón pues Cuba me sanó y no puedo esperar a volver.