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De Besos y Saliva…

Mi primer beso húmedo – la primera vez que me excité y realmente sentí algo con un beso – fue a los 14 años. Ya antes había besado a dos niños, cuando estaba en 4to y 5to grado, pero solo sentí asco. Era una niña y aún no descubría mi sexualidad. Pero a los 14 llegó aquel rubio de ojos como el mar y me besó detrás de un laboratorio de química como si no existieran más labios en el mundo que los nuestros. No sé, pero siempre he pensado en él como el besador perfecto y supongo que es más una cuestión de añoranza que de ciencia. Probablemente si me lo encuentro mañana y lo vuelvo a besar descubriré que realmente sus labios no están hechos para los míos pero cuando tenía 14 y jamás había sentido lo que sentí, él se llevó el premio a los mejores besos.

Recuerdo entonces que me gustó tanto la sensación de un beso que durante todo ese años – y algunos otros que vinieron después – me dediqué al arte de besar. Besé a muchos muchachos, jugando a aquello de las “descargas”, término usado para llamar al rato en que dos personas comparten besos y caricias superficiales, sea en una fiesta, discoteca o algo así; generalmente personas que no se conocen previamente ni tendrán una relación. Las descargas son momentos efímeros.

Comencé a ir a fiestecitas, a discotecas del barrio y bonches callejeros y entre baile y música me dediqué a desentrañar el misterio de los besos. Recuerdo a aquel muchachito que era realmente intrascendente, que era un idiota realmente, pero lo besé una vez y me gustó mucho el beso. Sus labios no eran la gran cosa, pero se sintió bien. Otra vez besé a uno que tenía un arete en la lengua y era más el morbo de verlo sacarla y provocarme con ella que la sensación de los besos con un pedazo de metal chocando mis dientes.

Pero hubo uno con el que jugué a robarnos besos, ni recuerdo cómo comenzó la cosa pero fue muy divertido y realmente besaba muy bien. Yo tenía 14 aún, él unos 18 o 19. Yo era una nena de mi casa, él era un indisciplinado social. Yo era decente, tranquila, educada… él era problemático, ignorante y busca pleitos. Pero no importaba porque me trataba como a una princesita y me propuso el primer juego de mi vida, supongo que por eso me gusta tanto “jugar”. Hablábamos mucho por las noches y como vivía justo en frente de mi casa, era solo cruzar la calle para comenzar la batalla.

Recuerdo que él fumaba mucho y el olor a cigarro era insoportable. Aún así, su aliento a tabaco y el sabor de su saliva me agradaban, aunque siempre le exigía que no fumara, por malcriadez mía. Nos besamos mucho y aprendí a gustar de su vicio, cosa que hasta el día de hoy me ha quedado por dentro. No todo el mundo sabe igual o huele igual y no todo el que fuma puede llegar a ser atractivo a mi persona, pero después de él, algún que otro hombre me ha seducido con su aliento vicioso.

Luego pasé varios años de mi vida besando a un mismo hombre, mi primer novio y hoy, luego de muchos años me doy cuenta de que, siendo amante de los besos pasionales, de las borracheras salivísticas y del high que me producen los besos geniales, me he dado cuenta de que mis 3 relaciones serias han sido con hombres con los que besar no es del todo aventurero. Eso me indica que aunque una parte de mi es temeraria, pasional, la predominante prefiere lo seguro.

Hubo otro y es curioso pues cada narcótico en su sistema me hacía gustar más de él. Entonces me di cuenta de que es cuestión de química y física, literalmente hablando. Primero que todo, influyen las feromonas y aunque olfativamente ellas se mezclan en el olor personal, perfume u otra fragancia que emita nuestro cuerpo, están ahí, solapadas al olfato pero presentes para el cerebro que las capta y las recoge, analizándolas y decidiendo si esa persona nos atrae o no. A ese fenómeno le llamamos “química” y quiere decir que dos personas son compatibles, que hay una llamita entre ambas, aunque no podamos explicar el por qué.

Luego, ya durante el beso, influyen el aroma del aliento que es lo primero que uno siente si se dedica a disfrutar del otro antes de lanzarse a comerle los labios. El aliento nos agrada, nos desagrada, nos hechiza o nos hace repeler al otro. Hay gente que tiene un aliento que nos embruja, sin tener un aroma peculiar o diferente, simplemente tiene lo que nuestro cerebro busca y desea y ciertamente, nos emborracha.

Luego vienen los labios. ¿Nunca les ha pasado que besan a alguien con labios muy blandos? ¿O muy recios? ¿O que los abre como si fuera a tragarte? ¿O que tienes que sacarle la lengua con tenazas de la boca? Además de la textura, consistencia y forma de los labios, influye la técnica del besador y la compatibilidad entre esos aspectos de él(a) y los propios. Hay quien simplemente tiene los labios perfectos para los nuestros y los usa a cabalidad.

Y el último aspecto, la saliva, que para mí es el más importante de todos – por puro fetichismo. Y si hablamos de saliva influyen factores específicos – parezco científica hablando de besos O.O – como por ejemplo, la textura. Todas las salivas no son iguales o mejor dicho, nosotros no reaccionamos igual a todas las salivas. Hay quien tiene una saliva babosa, densa, para mi gusto desagradable. Hay quien besa muy seco, precisamente por producir poca saliva. Están también los que te besan y parece que te están dando de beber de tan salivosos que son.

Existe la mezcla perfecta que para mi consiste en una saliva suave, acuosa, que seque como agua y no te deje los labios pegajosos. La saliva de sabor tenue, aunque se influencie con comestibles, bebidas o hasta cigarro, pero que sea una saliva de sabor tenue y delicado, nada empalagoso. También es importante la cantidad que debe ser no muy abundante ni muy escasa tampoco. Y además, debe ser una saliva que me tiente a jugar con ella, a embarrarme por placer, a tocarla y degustarla y que me parezca sabrosa, rica, que me deje pidiendo más.

Por supuesto, cada persona es un mundo y lo que para mi puede ser adictivo para otra persona puede que sea repulsivo y viceversa. Pero el besar es un arte y más allá de las predisposiciones psico-fisiológicas que podemos desarrollar hacia ciertos y determinados individuos, el besar se practica, se aprende, se mejora y se perfecciona. A lo mejor un día me encuentro a aquel muchacho de mi primer beso húmedo y me doy cuenta de que besa aún mejor, quién sabe.