
La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.
Miguel de Cervantes
Hoy voy a hablar de un tema muy delicado y que, por desgracia, me toca muy de cerca.
Supongo que desde que el hombre es hombre existe el acoso sexual – aunque sin ser penado o siquiera reconocido al principio – pues también desde que el hombre es hombre existen los vicios. Es cierto que el acoso sexual existe sin distinción de géneros y el victimario puede ser tanto un hombre como una mujer pero no podemos negar que es más común que las víctimas seamos las féminas. No sé si por nuestro carácter más dulce, por nuestra apariencia indefensa o por nuestra belleza, a veces tergiversada en objeto sexual.
El caso es que hace muchos años que no había estado en presencia de un caso, desde una vez que yo misma fui acosada, siendo solo una niña. Una persona que estimo mucho fue acosada hoy y fui testigo de una escenas, aparentemente casual y verdaderamente premeditada y asquerosa. Ella caminaba rumbo a su oficina cuando un compañero de trabajo de algún rango se cruzó con ella, para beneplácito de todos, justo en frente de una cámara de seguridad. El tipo – pues no puedo llamarlo de ninguna otra forma humana y no quiero ser grosera, aunque justa – no guardó la distancia que debió y le pasó casi rozando, mientras con su mano, en ademán de tocarle el talle, se deslizó de manera natural y rápidamente por su trasero.
Yo vi la imagen, la vi dos veces para estar segura y a primera vista parecía un simple error, una casualidad, algo sencillo, sin malicia. La segunda vez que la vi sentí odio y me di cuenta se la saña, de la lascivia, de la vejación en toda su magnitud, aunque disfrazada de gesto amable. No hablaré del desenlace, no hablaré de lo que sucedió después, ni siquiera hablaré de mi papel en este turbio asunto. Quiero reflexionar sobre el hecho aislado, sobre el acoso en general, sobre la humillación, sobra la violación en si.
Me pregunto, ¿qué le da el derecho a otra persona a invadir tu privacidad cuando tú, evidentemente, no le has dado señal alguna de que puede acercarse a tu persona? Eso me jode a mi, me jode mucho y sobre todo porque no soy adepta del contacto físico. Soy muy fría, lo confieso, incluso con mis seres queridos… ni qué decir la distancia que mantengo con la gente extraña, con quienes no tengo confianza ni roce alguno. Mi espacio personal es algo sagrado y solamente yo puedo darle permiso a otra persona para acercarse, gradual y únicamente hasta el punto que yo le permita.
Cuando alguien se aprovecha de su superioridad – dígase de género, de fortaleza, de rango, de inteligencia o de lo que sea – para violar el derecho de otra(s) persona(s) de gobernar sobre su anatomía, simplemente creo el mundo es un lugar muy sucio, sobre todo cuando sucede impunemente. Las mujeres hemos sido víctimas desde que el mundo es mundo por ser, desgraciadamente, inferiores físicamente hablando y tener desventaja a la hora de defendernos de los hombres.
El mundo está lleno de caballeros que al saber de estas cosas se indignan y hasta toman la justicia en sus manos para vengar la afrenta pero también está llena de cabrones que se valen de su fuerza para transgredir la puerta que la mayoría de las mujeres mantenemos cerradas para el mundo, hasta que nos sentimos confiadas o impulsadas a abrirla de a poco para aquellos que realmente merecen entrar.
Hoy es un día triste pues hoy se ha violado una regla que habría de ser inviolable y que – es una pena pero es real – nunca verá justicia en todos los casos.