
Julio 25, 2012.
Mientras estuve ausente…
Ayer (Julio 24) fue el cumpleaños de uno de los pocos amigos que tenemos de este lado del charco. Mi marido tuvo que trabajar hasta las 10:30 pero yo no así que me fui con mi amigo, su esposa, la tía que cumple años hoy y el cuñado a The knife, un restaurante argentino, tipo buffet, de carnes. La pasamos muy bien, entre comida y risas. Su esposa se va el día 31 para Cuba por 17 días y estaban tomando videos y haciendo fotos para llevarle a su familia.
No sé si saben que yo no bebo mucho. Hace unos años era una completa abstemia pero al llegar a este país comencé a educarme – muy levemente – en el arte de beber. Me gusta la margarita pero con 2 me estoy riendo una noche entera, jajaja! Ayer me tomé dos jarras de cerveza y 4 o 5 copas de vino tinto, que me pusieron mareadita y sensible.
Evidentemente no me emborraché, jamás me he emborrachado en mi vida, en primera porque no suelo beber y en segunda, porque las veces que lo he hecho nunca paso del mareito y la risa – o el llanto en este caso. Me metí al baño y simplemente comencé a llorar y lloré mucho pero no hasta calmar todas las ganas. No quería que nadie supiera que lloraba pues celebrábamos un acontecimiento feliz.
Supongo que el ambiente festivo, el viaje de mi amiga, estar sin mi tuti y el pensar en mi familia y todas esas cosas me hicieron flaquear. Terminé llorando nuevamente en los brazos de Alicia – la esposa de mi amigo y mi amiga -, mientras ella intentaba consolarme. Pensaban que estaba borracha y me atrevo a asegurar que el cuero que me espera además de las bromas, no serán fáciles.
Siempre he sentido aversión por la bebida o mejor dicho, por sus efectos. Crecí con un padre alcohólico, entre tíos, primos y un abuelo alcohólico. Eso me creó un trauma y siendo pequeña culpaba a la bebida, cuando realmente solo es culpable el consumidor. Por muchos años reusé beberme un trago de alcohol pero poco a poco crecí y aprendí a compartir, solo bebiendo lo necesario y cuando realmente lo deseo.
Pocas veces he bebido pero siempre recuerdo que me da por reírme. Esta vez me dio por llorar y por llorar mucho, con mucho dolor. Supongo que el alcohol aflora los sentimientos y estados de ánimo y al uno estar triste, eso es lo que refleja.
Al acostarme en casa mi marido comenzó a preguntarme por qué había llorado pero yo no quería hablar del tema. Apelé al sueño y lo dejé para irme con Morfeo. Sé que se molestó porque no entiende que a veces la mejor cura es el silencio, el olvido, no el hablar sobre lo que duele.
Y los dejo con dos fragmentos de mi libro preferido pues el otro día se lo presté a un amigo y le dije que era increíble que en un libro tan pequeñito hubiera tantas cosas, que siempre uno se encuentra algo referente a la propia vida. Espero les guste…
***
El siguiente planeta estaba habitado por un bebedor. Esa visita fue muy corta, pero hundió al principito en una gran melancolía:
– ¿Qué haces ahí? – le dijo al bebedor, que encontró instalado en silencio ante una colección de botellas vacías una colección de botellas llenas.
– Bebo – respondió el bebedor, con aire lúgubre.
– ¿Por qué bebes? – le preguntó el principito.
– Para olvidar – respondió el bebedor.
– ¿Para olvidar qué? – inquirió el principito, que ya lo compadecía.
– Para olvidar que tengo vergüenza – confesó el bebedor, bajando la cabeza.
– ¿Vergüenza de qué? – se informó el principito, que deseaba socorrerlo.
– ¡Vergüenza de beber! – concluyó el bebedor que se encerró definitivamente en el silencio.
Y el principito se fue, perplejo.
Los adultos son decididamente muy pero muy extraños, se decía a si mismo durante el viaje.
***
No pudo decir nada más. Estalló bruscamente en sollozos, Había caído la noche. Yo había soltado mis herramientas. Bien me burlaba de mi martillo, de mi bulón, de la sed y de la muerte. ¡Había en una estrella, un planeta, el mío, la Tierra, un principito para consolar! Lo tomé entre mis brazos y lo mecí. Le decía: “La flor que amas no está en peligro… Dibujaré un bozal para tu cordero… Te dibujaré una coraza para tu flor… Te…” No sabía cómo alcanzarlo, dónde encontrarlo… Es tan misterioso el país de las lágrimas.