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Para recordar el evento…


Fútbol pasado por agua…

Nos mojamos pero nos quedamos…

El fútbol es un juego que enfrenta a once contra once y en el que siempre gana Alemania.

Gary Lineker

Hay muchas situaciones, eventos y circunstancias que jamás en la vida acontecen a un cubano, precisamente por la condición de cubano que implica muchas limitaciones y trabas para la mayoría de las cosas normales en cualquier otro lugar del mundo. Una de ellas es el fútbol, que en Cuba se vive como en la mismísima Madrid o Sao Pablo pues la pasión del cubano por el fútbol, en los últimos años, ha crecido tanto como la que siempre hemos sentido por el béisbol. Lo desgraciado del asunto es que, un cubano ni aunque tenga los recursos económicos que esto implica, puede viajar a un evento futbolístico de ningún tipo; tiene que conformarse con el fútbol de la casa que – y n0 me lo tomen a mal – es terrible.

Pero, cuando amén de todas las dificultades, un cubano puede salir de Cuba y estar en el momento indicado a la hora indicada – porque tampoco es que todo cubano que sale de Cuba puede pagar pasaje, estancia y entradas para visitar una Copa Mundial de Fútbol porque cuesta mucho dinero – donde va a haber fútbol y ese cubano puede permitírselo por un precio módico pero además, puede ver jugar a muchos de los mejores del mundo – en su época o el presente -… ese cubano puede morirse en paz pues casi lo ha visto todo.

Gracias a una cadena de circunstancias muy acertadas que comenzó cuando hace más de dos años recomendé a un buen amigo de mi marido para que entrara en mi trabajo – en el que no dure tanto y él es ya manager -, este muchacho recibió 6 entradas de regalo para ver nada más y nada menos que el World Soccer Masters Tour, en español «Messi y sus amigos contra el Resto del mundo», donde participaron futbolistas como Forlan y Drogba, entre otros de primer nivel también.

Yo no pienso que Messi sea en estos momentos el mejor del mundo y como este no es un post para debatir sobre fútbol si no, para cronicar que no es lo mismo, no caeré en detalles pero, de igual manera, saber que ahí está el chiquitico ese, junto a otros tantos americanos y europeos que han hecho y siguen haciendo historia en el fútbol, créanme que es un regalo impensable. Entonces les cuento…

Primero que todo el estadio. Se ve, evidentemente, como un Coliseo a lo lejos, en forma de concha marina, imponente y con su respectivo cartelón de Sun Life Stadium y como era una tarde tan bonita – amén de la nubladera y el calor insoportable – yo veía los colores más brillantes que nunca. ¡Lo que hace la dopamina! Pagamos el parqueo y unos afroamericanos – estos personajes tienen todos los trabajos de la ciudad – nos situaron en la hierba, poco a poco y ordenadamente. Salimos casi corriendo pues ya eran como las 6:15 y todabía había que ver por dónde le entraba el agua al coco porque imagínense, 3 balseros en un Estadio en Miamia más grande que la Ciudad Deportiva y lleno de gente hasta la siquitrilla… todo un acontecimiento! jajajajajaja!

Corrimos para allá y para acá, tomando indicaciones de gringos de pulovers amarillos con un mapita del estadio con sus zonas y secciones en colores que, al ver tus entradas te decían «this way», «that way» y uno perdío como la primera vez que va al Parque Lenin cuando es chiquitico – yo me perdí buscando el trencito con 2 años, créanme. Al fin encontramos la puerta B (iban de A a H) que era la que nos tocaba según nuestros asientos – por cierto, en lo más alto y en una esquina, por eso pensábamos que no íbamos a ver ni hostias y que haríamos muy buen uso de esas espectaculares pantallas que tienen los estadios del primer mundo.

Les juro que para ser un evento de aquel nivel y estar aquello de gente hasta el tope, sobre todo cuando la mezcla de culturas es abrumadora y el latino está que da al pecho, no hubo incidentes de ningún tipo y lo único que se vio fue respeto, disciplina y mucho disfrute. Eso me sorprendió mucho porque ustedes saben que el latino, sobre todo el cubano, no está muy acostumbrado al orden y el respeto y cuando se da dos tragos le da lo mismo darle betún a un puerco que darle una puñala’ a un zapato. Hicimos una cola sin orden pero sin empujones ni desesperación y entramos al estadio, dirigiéndonos a un caracol como los de los parqueos de edificios de las pelis, que da vueltas y vueltas y no se acaba nunca. Por ahí subimos y subimos y subimos y subimos… ufff! me canso solo de contarlo, jajajaja! hasta la última sección, en el último piso que era donde nos tocaba pues las entradas regaladas eran de $35, bien económicas si consideramos la magnitud del evento.

Compramos perros calientes, refresco para mi y cerveza para Arian y Yusmel. Otra cosa, vendían cerveza y todo el mundo estaba bebiendo, pero reitero, todo fluyó sin incidentes, todo muy tranquilo, el ambiente muy rico, nada feo. La comida la compramos en el piso inferior porque, balseros al fin, pensamos que tal vez arriba no habría nada, jajajaja! qué guajiros! y en lo que nos preparaban la comida corrimos a mirar el terreno por primera vez.

WOW! qué colores, qué inmensidad, qué belleza, qué nivel! Nos quedamos boquiabiertos, como quien ve una maravilla, como quien nunca ha visto nada así – bueno, de hecho. Había un señor custodiando la puerta porque me imagino que desde más abajo hay mejor visibilidad y para que la gente no haga trampa, no dejan pasar a nadie que no tenga entradas de ese nivel. Solo nos asomamos y los corazones comenzaron a palpitar a 100 por segundo. ¡Qué emoción!

Subimos con los perros calientes y, qué sorpresa! en el último nivel nadie custodiaba las puertas, jajaja! obvio, quién se va a colar para la parte de arriba o.o pero igual, a nosotros, novicios en todo esto, nos pareció la cima del paraíso. Nos acomodamos, disciplinadamente, en los asientos que nos correspondían y, sin dejar de maravillarnos, comenzamos a devorar los perros calientes y a hacer fotografías. Casi todo el mundo llevaba camisetas, la mayoría del Barça y de Argentina, con banderas y carteles, pero muchos más fieles a sus selecciones y clubes.

Nos compramos camisetas de nuestras respectivas selecciones; Yusmel de Brasil, Arian de Argentina y yo de España. Pero yo fui más allá y, mujer al fin, me maquillé en consecuencia. Me hice par de moños, felpa amarilla y felpa roja y me pinté los labios de rojo y los ojos de amarillo. ¡Lo disfruté cantidad! El estadio no estaba completamente lleno pero nos daba igual donde estuviéramos sentados, ciertamente, se ve perfecto y mucho mejor que en la tv, desde donde quiera que estés, no importa que sea la cima del estadio.

A las 7 y tanto comenzó el juego. Messi y sus amigos vestidos de negro, él con el 1o y el resto del mundo en ROJO. Está de más decir que me decanté por los rojos – está en mi sistema, qué puedo decir – y Arian, para irme a la contraria y porque es argentino, se fue por los negros; a Yusmel le daba igual, él solo quería ver buen fútbol. A los 1o minutos de partido comenzó a llover y estuvo lloviendo toda la noche pero nosotros, como buenos cubanos y buenos aficionados al más internacional de los deportes, nos quedamos sentadoss y vimos el juego hasta el final; no fuimos los únicos.

Fue un buen espectáculo, llovieron goles y las jugadas fueron vistosas, entretenidas, hermosas. Los porteros hicieron gala de muy buenas atajadas y el balón se puso majadero por el agua pero fue todo un evento. Por supuesto, para no defraudar a nadie, terminó empatado 7-7, luego de un penalti para cada equipo que cobraron magistralmente y dejó el partido en tablas.

Fue una tarde-noche inolvidable y un regalo. Muy pocos cubanos tienen la ocasión de ver un partido de Fútbol Profesional el vivo y en directo desde un estadio en el Primer Mundo… pero cuando lo logra, se siente Campeón del Mundo!