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Ese animal llamado hombre – VII

Erotica

Creer en la fidelidad es pecar de ingenuidad.
Edgar López Vargas

Ese animal infiel.

Todo el mundo teme a las infidelidades, todos sin excepción. La razón es lógica pues es sabido que la primera e imprescindible regla que hay que cumplir para que le peguen un tarro a uno es tener pareja. Cuando uno es soltero ni piensa en eso pues no es una posibilidad pero cuando uno se enreda en una relación sentimental que importe un poquito, enseguida comienza uno a cavilar y a darse cuerda acerca del posible e incluso inminente tarro.

Y habrá quien piense que existen personas 100 % fieles, incapaces de pegar un tarro por nada de la vida porque el amor verdadero existe. Yo digo: BULLSHIT!! Yo no concuerdo con la primera parte de la anterior afirmación. El amor verdadero SI existe pero no asegura la fidelidad eterna. Todo ser humano sexuado tiene la capacidad física y mental de ser infiel, solamente tienen que darse las circunstancias ideales para que eso suceda en un momento dado, como todo en esta vida.

Y OJO, no estoy diciendo que todos seamos, hayamos o vayamos a ser infieles en algún momento de nuestras vidas. Lo que digo es que todo el mundo es propenso a serlo aunque escoja lo contrario, aunque nunca suceda. Todos podemos serlo en algún momento.

Y me gusta analizar las razones y no hablaré del infiel habitual, del deportista, del punto fijo. Quiero analizar la psiquis del infiel que de veras ama a su pareja y quiere, aun al momento en que la infidelidad sucede y aunque a nivel subconsciente, pasar el resto de su vida con su pareja «legal» y entiéndase la de por el día, no el amante. Ese infiel de paso, de prueba, de una vez en la vida… ese es el que nos interesa ahora.

A veces uno piensa que el amor es suficiente para que una relación dure toda la vida. AL principio de cualquier relación las dos partes están dopadas con dopamina y no hace falta mucho para alimentar sueños de eternidad y amor. Cuando la pasión inicial pasa y la vida real nos golpea, la convivencia se muestra en blanco y negro de veras y ahí tenemos que comenzar a devanarnos los sesos para arrastrar esa relación y mantenerla a flote día a día.

El sexo, aunque mejor disminuye pues al principio pensamos que MÁS es MEJOR pero con el tiempo nos damos cuenta de que la CALIDAD siempre aventaja a la CANTIDAD. Cuando vamos conociendo mejor a nuestra pareja vamos compenetrando más pero también la pasión se va enfriando. Ya un roce no te enciende, ya todo no es color de rosa y las mariposas en el estómago por cualquier bobería se mueren. Muchas parejas experimentan un declive sexual marcado al pasar los dos primeros años o incluso menos – aunque pocas parejas lo admitan.

El roce es el que mantiene el cariño intacto y el sexo mantiene las cosas en su lugar, pegadas donde van. Sea que la disminución del sexo venga antes, después o a la vez que los otros problemas, siempre es un punto más a favor de la infidelidad que se agazapa esperando en una esquina para hacer su aparición. Y así, muchos problemas de pareja cotidianos, que por separado no tienen mucho peso pero que a la larga y todos juntos pueden mellar en la autoestima de las partes, hacen que un día, uno de los dos resbale y caiga. Y por supuesto, no digo que en todas las parejas con problemas ocurran infidelidades pero si en casi todas si los problemas no se arreglan o si la unión no se disuelve a tiempo si fuera insalvable.

Uno desde fuera siempre lo ve desde el punto de vista moral y muestra simpatía o rechazo en dependencia de la propia situación emocional que enfrente en el momento. Uno puede pensar que es un descaro, que es inadmisible o puede pensar que la víctima de la infidelidad es culpable y se lo buscó. Realmente nada de eso es importante. Lo importante para evitarlo y para no sufrirlo es comprender las razones que propician una infidelidad y las señales inequívocas de que se está al borde del abismo.

La falta de comunicación, el rencor, los conflictos recurrentes, la no resolución de los problemas a tiempo, la insatisfacción, las falsas expectativas, los ideales, son todos peligrosos pasos que damos, inadvertidamente, antes de caer por el hueco de la infidelidad.

Algo raro que nadie comprende luego de que sucedió y que choca bastante es que uno no lo veía venir. No se ve porque se está ciego y porque parte del amor y de la costumbre es la esperanza sin fin de que todo mejorará cuando, al contrario, empeora con cada segundo que pasa. Uno escucha las historias de compañeros de trabajo, vecinos, lo ve en la televisión y no se da cuenta de que la infidelidad le está mordiendo el trasero.

Sobrevivir una infidelidad es una prueba terrible que pone la vida. Cuando ya pasó y no se mantuvo en secreto el mundo se derrumba para ambas partes. La víctima se siente rechazada, la autoestima baja, aparecen la inseguridad y los celos incluso si nunca antes existieron, la confianza se pierde por completo y aparece la paranoia. Por su parte el victimario se siente avergonzado y estúpido, comienza a tenerse en muy baja estima a sí mismo cuestionando sus valores morales y humanos. Ambos temen perder la relación que en algún momento pudo haber sido muy sólida y sobre todo el tiempo que en ese punto puede convertirse en tiempo perdido.

A mi no me gusta culpar a nadie pues el ser humano es por sobre todas las cosas muy idealista y además, muy inconforme. Al principio la dopamina nos hace creer que encontramos al ser ideal, perfecto para nosotros y como nos creamos una idea en nuestras mentes, de la cual nos enamoramos, no somos capaces de admitir que ese ente posee fallas pues sería como admitir que amamos a un ser imperfecto y eso nos hace imperfectos a nosotros.

Cuando se está enamorado y se pierde el control de la relación uno no quiere perder al ser amado pero tampoco sabe como conservarlo. Entonces se crea un ambiente de amor/odio que es el que te mantiene atado a esa persona y el, a la vez, te empuja a buscar afuera algo que consuele tu perenne dolor y llene el vacío que sientes. Hay quienes encuentran eso que andaban buscando pero en el mayor de los casos, cuando más fuerte es el amor por la pareja, no encuentras nada y regresas más vacío y aún y sobre todo, derrotado.

Hay que ser muy maduro y tener un control emocional muy grande para sobrevivir una infidelidad con valor y sobre todo, para que la relación coja su rumbo de nuevo y prospere de nuevo hasta su cúspide de gloria. La mayoría de las personas no poseen esa capacidad de arreglar lo que estaba roto por el entorno cultural y social en el que se formaron como personas pero algunos ganadores sobrevivientes lo logran. Imagino que el que rebasa una infidelidad puede enfrentar el fin del mundo de la mano de esa persona amada.

No es fácil entender el por qué de las acciones de la otra mitad pero hay que ponerse en su lugar y tratar de verlo todo desde su perspectiva para darse cuenta de que tampoco es fácil para ella. Hay que ver las razones del posible o real infiel y hay que considerar las razones de la víctima que perdona o no. Todo en la vida tiene matices y comprender el por qué de las cosas siempre será un reto para el ser humano.

Y gracias al cerebro por esto.


El canto…

uma-noite-para-cantar-elis

Cantar es una forma de escapar. Es otro mundo.

Edith Piaf

Cierra los ojos y a la melodía se entrega.

La guitarra se rasga en un aullido detrás de sus ojos.

Mueve la cabeza, siguiendo el ritmo imaginario.

Y entonces fluyen todos los milagros del universo

en una cascada de voz.


Gata de nadie…

FEZ

Se le reprocha al gato su gusto por estar a sus anchas y por los muebles más mullidos: igual que los hombres. De acechar a los enemigos más débiles para comérselos: igual que los hombres. De ser reacio a todas las obligaciones: igual que los hombres una vez más. 

Jean Baptiste Say

-Si quieres algo conmigo ha de ser en mis términos.

Soy una gata de calle, de noche y de nadie. No intentes domesticarme porque solo acepto caricias de ocasión. No intentes poseerme pues no me doy completa. Soy de la noche y de otros gatos callejeros, como yo. Soy del viento y las alturas y de tan lista ni siquiera los sueños pueden atraparme.

– Si quieres seducirme deberás esforzarte.

Estoy hecha de frutas, nací de una semilla de mango pero si me muerdes te sabré a tamarindo. Te rechinarán los dientes y te llenarás de saliva, odiándome por ácida y deseándome por adictiva. Pero como las frutas, no saciaré nunca todo tu apetito, te dejaré pidiendo más.

– Si quieres deVorarme tiene que ser con V y en MAYÚSCULAS.

No me prometas nada, no hables, no te anuncies. Solo llega y muérdeme los labios y hazme un nudo de marinero entre sábanas. No me digas que me enseñarás cosas nuevas, estoy muy vieja para esos cuentos de camino. Solo mátame y déjame en pedazos agonizantes de placer.

– Si quieres que vuelva, procura no aburrirme.

Regálame un circo, invéntame un mundo solo para mí, lléname el patio de sombrillas de colores, regálame alas que vuelen con verbos y adjetivos, dime que soy un grano de arena, dibújame un camino de tiza que llegue al cielo, cómprame un helado de vainilla y bésame en la palma de la mano para que pueda agarrar el beso.

Pero si quieres que me quede contigo, debiste haber nacido otro hombre porque nunca te podré pertenecer.


Un personaje interesante…

Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender.

Ortega y Gasset

Saben, soy alguien a quien le gusta sorprenderse pero por mi maldición de BRUJA – soy demasiado perceptiva – es muy difícil que alguien logre de veras asombrar.

Hay una muchacha nueva en mi trabajo, es dos años menor que yo y vino para los Estados Unidos siendo muy pequeña. Primero que todo debo decir que habla el español perfectamente, con acento cubano y todo, así mismo habla de bien el inglés con el que creció. Además, por lo que he descubierto de ella, piensa muy parecido a los cubanos sin haberse criado con ellos y me refiero a lo que busca en la vida y lo que valora.

Ya me ha sorprendido en varias ocasiones pues al conocerla, no puse muy alta la barra de las expectativas. Si, soy muy exigente pero igual de realista y ya casi he perdido la esperanza de encontrar gente interesante de este lado del charco. Entonces no quise medirla duramente; lo admito, la subestimé.

Primero me sorprendió cuando, hablando de tatuajes, le comenté sobre el Principito y la zorra – no les doy más detalles pues quiero hablar de eso en otra ocasión – y de lo que ese libro había marcado mi vida. Me escuchó con atención y me dijo que la historia era preciosa. No le dije nada pero, tuve deseos de prestarle mi libro y generalmente, no presto ese libro. Bueno, el caso es que me gustó su reacción al escucharme y me dijo que le gustaba mucho leer, sobre todo en español pues el inglés era muy simple y a veces no había palabras para decir algo pensado en español. Completamente de acuerdo!

Me sorprendió luego con el libro del que ya les hablé hace unos días. Su mamá estuvo de vacaciones por Italia y le dijo que le llevaría un libro – ella me dijo que ese era el mejor regalo que podía recibir; coño! igual que yo! A los días me trajo el libro para que yo lo viera y me lo prestó un ratico. También me dijo que prefería regalar un libro antes que prestarlo pues siempre le quedaba la impresión de que no lo recuperaría… por eso no se lo pedí pues el libro se lo regaló su mamá. No quise ponerla en esa posición.

Ayer mismo me sorprendió de nuevo pues me dijo algo que, aunque parecería una tontería, me ratificó que puede llegar a ser muy profunda a veces. Me preguntó si me gustaba meditar y le respondí que no. Nunca me lo diagnosticaron pero estoy 99 % segura de que padezco TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad) pero como era una niña inteligente y mi rendimiento escolar nunca se vio afectado, nadie se dio cuenta. Le comenté de mi dificultad para concentrarme al 100 % en algo y por lo tanto, mi imposibilidad de meditar.

Me llamó la atención que le interesara algo tan… profundo, pasivo, relajante y diferente como la meditación. Admito nuevamente, la encasillé en un estereotipo de joven americana superficial y trivial; me equivoqué.

Y lo último que hizo hoy, que me hizo darme cuenta de que me está asombrando desde que la conocí fue pedirme que hiciera una lista con mis sueños y aspiraciones, lo que quiero hacer en mi vida y que ella haría una. Tomé el asunto sin mucha emoción, como desdeñosa. Admito, otra vez, soy insoportable. Pero me agradó la idea y hasta terminó gustándome pues es algo que hice hace muchos años con mi mejor amiga, Maday. Esta muchachita me hizo recordar a mi hermana, a esa persona tan especial con la que tengo una relación tan estrecha, sui géneris y disfuncional para muchos.

Entonces, no sé qué pensar. ¿Será que esta muchacha tiene potencial de amiga? ¿Será que esta era la señal que esperaba? Tengo miedo a quedar decepcionada y herida, como de costumbre pero… creo que me arriesgaré a averiguarlo.


It’s never to become…

Sally’s Song – Amy Lee 

I sense there’s something in the wind
That feels like tragedy’s at hand
And though I’d like to stand by him
Can’t shake this feeling that I have
The worst is just around the bend

And does he notice my feelings for him? 
And will he see how much he means to me? 
I think it’s not to be

What will become of my dear friend? 
Where will his actions lead us then? 
Although I’d like to join the crowd
In their enthusiastic cloud
Try as I may, it doesn’t last

And will we ever end up together? 

(music)

And will we ever end up together?
No, I think not, it’s never to become
For I am not the one


¿Y qué hacer con el silencio?

El que no entiende tu silencio, probablemente no comprenda tus palabras.

Elbert Hubbard

Lo sabía, lo supe siempre, lo he sabido. Hace dos días le decía a alguien creyente que yo no creo en dios por muchas razones, pero entre ellas, porque se supone que Dios lo hizo todo de a dos, en pareja, femenino y masculino, hombre y mujer y yo siento que el macho de mi «especie» no existe, jajajaja! Es un juego de palabras algo cínico y derrotista pero viene porque hay un don – o maldición, no sé – que poseo y a veces resulta doloroso para mi aunque provechoso para los que me rodean.

Yo comprendo a la gente. No sé explicarlo, no sé definir qué es lo que sucede en mi cerebro pero entiendo, comprendo a la gente. Soy una mujer exclusivista en materias de aceptar a la gente y dejar entrar a alguien en mi «burbuja». No me muestro comunicativa generalmente, no soy sociable, no voy por el mundo regalando calor, al contrario, me muestro bien fría y distante en la mayoría de mis interacciones sociales. Esa manera de comportarme hace que la gente a mi alrededor reaccione de dos maneras muy diferentes en pos mío: me odian a muerte o me aman con devoción.

Si, cuando entro en una habitación, sin siquiera decir una palabra me doy cuenta de que caigo mal o simplemente, me aceptan como una más de su manada. Conmigo no hay medias tintas y lo odio pues preferiría pasar desapercibida, precisamente por eso soy reservada, silenciosa y distante. Esta «condición» ha evolucionado en un fenómeno algo gratificante aunque molesto a la vez: la gente confía en mi. Si, me ha sucedido que una persona con la que no he cruzado más de un «buenos días» viene a mi a compartirme un cualquier secreto de carácter muy privado y lo único que puedo hacer es escuchar y callar o dar un pequeño e impersonal consejo si es requerido.

Eso me hace sentir bien como persona pues alimenta mi humanidad y realmente, es gratificante ver la cara de alivio cuando alguien suelta eso que le quema la garganta. Lo que me molesta no es guardar el secreto. Mi afición por el silencio me hace fácil el trabajo y realmente esos secretos pasan a un archivo olvidado en el fondo de mi memoria que casi siempre olvido parcialmente o deshecho por completo al poco tiempo. Lo que me duele – si, esa es la palabra, dolor – es no encontrar esa persona que me inspire a mi el confesarme y abrirme, soltar todos mis demonios en sus manos y dejar a mi alma otra vez en blanco.

Si, me declaro egoísta. A veces me duele no tener a quien hablarle y saber que me comprenden, de veras, sin necesidad de pasar por mi misma situación. A veces necesito decir algo y que mis palabras no me devuelvan un gesto de interrogación, una expresión de asombro, una mirada de desconcierto. A veces solo necesito un oráculo, un ente etéreo que no me juzgue, que solo recepcione lo que dejo brotar y que después me regale la respuesta que busco. Pero eso no sucede y sigo coleccionando secretos ajenos, historias asombrosas y lejanas que no me pertenecen y me regalan casi a diario. Y me ahogo, me asfixio entre tantos pensamientos y la necesidad de abrir un hoyo en la tierra y gritar como el rey Midas, que tengo orejas de burro…

¿Quién dijo que la vida es fácil?

Escucha, serás sabio; el comienzo de la sabiduría es el silencio.

Pitágoras


De torres y maniquíes…

“¡He aquí una de mis víctimas! En su muerte se consuma mi ansia de venganza y se cierra el cielo de mi mísera existencia.»

Frankenstein o el moderno Prometeo – Mary Shelley

El sastre.

Este era un poblado recóndito de Francia y la historia que les contaré aconteció en la Edad Media. Amén de no ser un poblado rico ni de tener una población extensa, los ciudadanos de la burguesía ostentaban la costumbre de hacer bailes y galas dignas de un Rey y su corte. Para sustentar la tradición de los recurrentes bailes de máscaras y los disfraces increíbles, el abuelo del Señor Feudal había hecho traer de París a una familia de sastres muy importantes, dándole a cambio todos los beneficios de los que no gozaban en la gran ciudad por la agotadora competencia.

El Señor Feudal del poblado era un hombre fuerte y enérgico, de unos 50 años y hacía poco había desposado a su quinta esposa, de 17 . Era la muchacha más bella de la región y él la había exigido a sus padres, pobres aunque nobles y no pudieron negarse a tal pedido; el Señor Feudal podía ser muy persuasivo cuando lo deseaba. Transcurría una época de buen clima, sin guerras que azotaran, de buenas cosechas y por tanto, mucha abundancia que el Señor Feudal festejaba a diestra y siniestra. También aprovechaba la buena racha para agasajar a su joven esposa que lo detestaba en silencio aunque permanecía a su lado, fiel y callada.

***

– Ana, mi bella Ana. ¡Ya no aguanto esta ausencia, no resisto veros en otros brazos que no sean los míos! – dijo el amante mesando los cabellos de la señora entre sus brazos.

– Oh mi amor, no desesperes, pronto estaremos juntos – respondió ella y se prendió de su cuello. El amante la arrinconó contra la pared, levantando su pierna entre lienzos y encajes. Le acarició el muslo, bajando suavemente la media de seda. Ella le besó en los labios. El amante siguió su camino entre las interminables ropas de la joven señora y no sin mucho trabajo, la penetró al fin con dos ágiles dedos. Ella se apretó más aún al otro cuello y así vestidos, intentando ser silenciosos, arrinconados contra una pared, desataron sus deseos y disfrutaron de aquel placer clandestino que compartían hacía un par de meses.

– ¡Oh, tus dedos, son mágicos! – susurró al oído de su amante, llegando al orgasmo.

La señora se acomodó los ropajes, acicaló sus cabellos y empolvó su nariz sudada. Se compuso de pies a cabeza y salió del pequeño cuartico donde desató sus más bajas pasiones. Se sentó en la salita diminuta y esperó. Un joven gallardo y hermoso apareció en breve y la saludó. Mientras una muchachita como de su misma edad pero que lucía más joven por ser soltera le sirvió un poco de té. Ana le sonrió y la joven salió de la habitación.

– Señora Ana, un gusto verla, cada día más hermosa.

– Oh Pierre, usted siempre tan galante – dijo ella, ruborizándose.

– Su vestido aún no está listo, le pido disculpas. He tenido poco tiempo por estos días pero si regresa mañana le podremos hacer los últimos ajustes – dijo él con pesar.

– Le creo, usted tiene dedos mágicos y nada ni nadie se le resiste, ¿no es cierto? – dijo ella y le guiñó un ojo.

– Como usted diga mi señora, solo perdóneme por la tardanza – respondió él nervioso, alisando su hermoso cabello negro.

– No hay problemas querido Pierre, de todas formas el paseo por el pueblo me hace mucho bien. Al menos puedo salir de casa – dijo ella, más para si misma que para su interlocutor. Él guardó silencio por unos instantes, apenado.

– Vuelva mañana a la misma hora, le prometo que estará listo.

– Gracias.

Ana dejó el lugar sin prisas, bajando de la alta torre donde Pierre cosía y descosía sin parar, dándole a los ricos de la zona los más bellos atuendos jamás vistos. Siempre sentía una insoportable sensación de vértigo al subir o bajar aquella escalera interminable en forma de caracol y el olor a humedad de las estrechas paredes casi la hacía desfallecer de fatiga y asco. Ya desde la calle se detuvo a contemplar la decrépita edificación de aceras adornadas con elegantes maniquíes. Un suspiro salió de lo más profundo de su alma. Siguió camino.

***

Ana despertó exaltada por los gritos de los empleados y cubriéndose con una manta salió al corredor.

– ¿Qué sucede Antoine? – preguntó a uno de los criados que apareció corriendo.

– ¡Una desgracia señora! ¡Una desgracia! – dijo el hombre llevándose las manos a la cabeza y huyendo sin más. Ana se apresuró y bajó las escaleras hasta llegar al gran salón, donde la esperaba una escena grotesca y espantosa.

Sentado frente a la chimenea en su silla de siempre la esperaba su esposo, vestido con su mejor traje y ostentando un elegante sombrero de plumas moradas. Ana se acercó despacio, tenía miedo. Fue rodeando lentamente el asiento, sus pasos descalzos no se sentían sobre la alfombra. Al quedar frente a su cónyuge se arrodilló despaciol, murmurando palabras amorosas.

– ¿Querido, qué sucede, por qué estás aquí a estas horas? – pero no recibió respuesta alguna. Se acercó más y lentamente descubrió el rostro del marido, quitándole el sombrero. Un grito de horror surcó la mañana y Ana cayó desmayada frente a la chimenea.

La razón de todo fue la imagen horrenda que quedó ante sus ojos al descubrir la cabeza de su esposo… muerto. La muerte en sí no fue lo que la impresionó ya que ella no amaba a su esposo pero las circunstancias de esta y el estado del cadáver eran impactantes, sobre todo para una muchacha de 17 años.

Parte de la piel de su cara había sido removida y en su lugar estaban cosidos trozos de telas preciosas y de colores luminosos. De las cuencas de sus ojos, que habían sido removidos, sobresalían dos piedras preciosas que apenas cabían por lo grandes y grotescas. Faltaban ambas manos y en su lugar, de alguna manera sádica, habían sido empatadas manos de maniquíes que parecían garras ensangrentadas.

Ana fue llevaba a su habitación y su dama de compañía se encargó de aplicarle compresas de agua fría. Debido a la impresión la azotaron una fiebres y vómitos que asustaron a todos pues pensaban que la señora había sido envenenada por el mismo asesino de su esposo. Tres días estuvo Ana en cama sin fuerzas para comer o hablar, tres días la visitó el doctor del pueblo, quien no pudo diagnosticar su mal, solo quedó claro que envenenada no estaba. Al tercer día mejoró y al cuarto se levantó de la cama al fin.

Ordenó recoger todas sus pertenencia y estas fueron llevadas al hostal del pueblo; Ana no podía permanecer en aquella casa. Mientras ella padecía de su rara enfermedad llegó un investigador de Paris y con él un forense. Examinaron el cadáver y la autopsia trajo nuevos detalles a la investigación.

El señor feudal había sido envenenado con arsénico y esa fue la causa real de su muerte. El barbarismo cometido con su cuerpo fue un sacrilegio perpetrado por una mente enferma. Otro de los detalles extraños y grotescos que Ana no notó al desmayarse fue que su esposo no estaba vestido si no, que las ropas estaban cosidas al igual que los pedazos de telas en su cara. El cuerpo había sido desollado y mutilado. También los órganos habían sido removidos, siendo rellenado el torso con cintas de colores y retazos de telas. Las condiciones de la muerte del señor feudal parecían una burla de mal gusto.

El caso estaba resuelto de todas maneras ya que se encontró una carta amenazando al señor feudal si no dejaba ir a su esposa. Todo señaló a un crimen pasional y el asesino había sido, según indicaba todo, Pierre el sastre. Ana se enteró de todo esto por su dama de compañía que le comentó todo. En la carta amenazante, el sastre ponía que él siempre había amado a Ana aunque ella no sabía nada pero que debía dejarla ir o acabaría con la vida de su esposo. Ana no podía creer lo que escuchaba y enseguida se dirigió a la estación de policía, donde mantenían encerrado a Pierre.

– ¡Exijo ver a Pierre de Lafouret antes de que se tome decisión alguna, estoy segura de que este hombre es inocente! – dijo Ana y logró que la dejaran verlo.

Pierre estaba tirado en una esquina de la asquerosa celda, cubiertas de fango sus ropas y el hermoso cabello negro suelto y desordenado. Ana se acercó a él; no tenían supervisión.

– ¿Amor mío, pero qué has hecho?

– Yo no he sido amada mía, nada he tenido que ver con su muerte – respondió el hombre, desesperado.

– ¿Entonces quién? Debemos sacarte de aquí – dijo ella besándolo en los labios.

– Nadie sabía lo nuestro, solo mi hermana – dijo él y se abrazó al regazo de la bella Ana.

– No temas, lo resolveremos, te sacaremos de aquí – dijo ella y se quedaron un rato abrazados mientras ella lo consolaba y acariciaba. Más tarde Ana se marchó.

***

 Pierre fue ahorcado un mes después al comprobarse su culpabilidad dadas las pruebas contundentes pero ese mismo día en la mañana recibió una carta de Ana que decía.

Querido Pierre:

Te perdono por lo que hiciste y no te guardo rencor. Mi amado esposo descansa en el cielo y espera por mi, pacientemente. Me encuentro en París y no regresaré al pueblo jamás. Como nos criamos juntos y tu hermana quedó desamparada después de tu horrendo crimen, decidió venirse conmigo siendo yo lo único que le queda en este cruel mundo. Vivimos juntas ahora y espero encontrarle un buen esposo que sea rico y tierno con ella. Es una mujer hermosa y tiene tus mismas manos, tus mismos labios, tus mismos dedos y heredó tu pasión por la costura pero ha decidido no dedicarse a lo mismo que tú. Sus dedos mágicos serán usados más sabiamente de ahora en adelante al igual que sus labios y su cuerpo. Será una buena esposa. 

Ambas te amamos y te agradecemos lo que has hecho, sin ti no estaríamos juntas ahora. Ve con Dios.

Pierre encendió de ira al leer las palabras de su amante y comenzó a gritar «traidora» y «maldita prostituta» cegado por el odio. Así lo llevaron a la horca y nadie lo escuchó, solo se ganó algunos golpes en las costillas para calmarlo un poco. Murió solo y dando batalla.

***

En París Ana despertó temprano, esta vez sin ruidos, sin sobresaltos pues ya no tenía sirvientes. Había despedido a su antigua dama de compañía y para todo París la hermana de Pierre era la sirvienta de la señora viuda. Se desperezó lentamente y descubrió su cuerpo desnudo y hermosamente blanco. Siguió halando las sábanas y a su lado, otro cuerpo hermoso y rosado de cabellos largos y rubios quedó descubierto también.

Ana se acercó, rozando sus senos abundantes en la espalda femenina, besando su cuello y murmurando «buenos días preciosa» en la oreja nacarada. La otra fue despertando poco a poco mientras sonreía.

Ana se sintió dichosa y besó los labios femeninos. Mientras, en su mente, tejía puntadas ensangrentadas, uniendo la piel asquerosa de aquel hombre a un pedazo de delicada seda.


Tejiendo en la distancia – 4. De uvas y jazmines.

Previamente:

Tejiendo en la distancia – 3. Una apuesta arriesgada  El Café de Nicanor

***

De uvas y jazmines.

En la mañana salieron Amalia y Clara a recorrer el mercado del pueblo en busca de especias y manjares que serían servidos en la cena de esa tarde. Amalia tuvo que ser casi arrastrada por su sirvienta pues no quería levantarse de la cama, el llanto podía más que ella. Clara le habló fuerte. La convenció de seguir adelante, nadie podría enterarse jamás de lo sucedido y si seguía actuando así, finalmente alguien lo descubriría.

Amalia hizo su mayor esfuerzo y se propuso disponer una cena a la altura de Ernesto Iznaga, su prometido e invitado de esa tarde. Recorrieron todos los puestos, compraron muchísimo y Amalia casi recuperó un poco el color en las mejillas por el bochorno de la caminata entre esclavos, señoras y hasta perros vagabundos. No estaba acostumbrada a ver tanta gente junta pues vivía en el campo con su tía y primas y nunca había visitado un mercado, allá en el pueblito de Matanzas se pedían los útiles y los sirvientes eran quienes los traían.

Se sintió acalorada por un momento y se detuvo frente a un puesto de frutas, se le hizo agua la boca al mirar las tajadas de mango, las rodajas de piña, las naranjas peladas y listas para beber su jugo. Recuperando el aliento pidió un agua de coco, pensó que con eso sería suficiente para seguir camino y terminar las compras.

– Debió probar las uvas, no las hay como las de esta región – escuchó una voz detrás de si. Se volteó y vio a un mozo, algo despeinado y sudoroso que la miraba divertido.

– Estoy apurada, las uvas son complicadas y demasiado glamorosas para mi gusto rural – respondió y saludando con la cabeza siguió camino.

– Pruebe una, por favor – volvió a decirle el joven, extendiéndole una uva inmensa, roja y suculenta entre sus dedos. – No tienen semillas.

Ella se sonrojó, evidentemente no podría desembarazarse del muchacho hasta que tomara la dichosa uva y la degustara. Se detuvo y la tomó con los dedos, la puso en su boca y la partio a la mitad de una suave mordida. La sensación fue increíble, realmente era jugosa, deliciosa y se sintió avergonzada.

– Gracias pero debo marcharme -, dijo apurando el paso.

– ¿Me dirá su nombre al menos? – preguntó el muchacho tomándola de la mano con suave firmeza. Ella se estremeció, la última vez que sintió el contacto con la piel de un hombre fue… se quedó turbada, de piedra, recordando. Sus mejillas se tornaron rojas encendidas y el ceño se frunció.

– No puedo -, dijo y salió corriendo. El joven se quedó de pie entre la multitud, mirando el camino por donde se había perdido Amalia. Se llevó los dedos a la nariz y olió la dulce acidez de la uva con una pizca de colonia de jazmines.