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Rompecabezas…

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«Soy el que pese a tan ilustres modos 
de errar, no ha descifrado el laberinto 
singular y plural, arduo y distinto, 

del tiempo, que es uno y es de todos. 
Soy el que es nadie, el que no fue una espada 
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.»

Soy – Jorge Luis Borges

Quién soy?

Soy la mezcla de cromosomas que me dieron mis ancestros. Soy un pedacito de mi padre ausente, una tajada de mi madre triste, la obra maestra de mi vieja abuela, las diez letras de mis apellidos españoles.

Soy el agua de los cocos de mi patio, soy el sol y el polvo de mi humilde pueblo. Vengo de la tierra negra y de las matas de mango de la niñez de mis tíos.

Tengo un poquito de blanca, de negra, de rubia y de mulata. Tengo de España y de África, tengo de La Habana y Las Tunas. Tengo de Cuba y de América las palabras atoradas en la garganta.

Soy el producto de un tiempo difícil, de una época dura, de una niñez traumática pero de una vida feliz. Tengo un agradecimiento muy grande que no me cabe entre las manos por mi patria y mi educación. Tengo muy lindos recuerdos de todo lo bueno que he vivido.

Tengo todo y tengo nada. Soy un granito de arena y soy todo el universo.

Y aún así me descubro nueva en cada pensamiento, en cada sonrisa, en cada respiración.

Ven y descúbreme tú.


Hollow…

Adagio de Lara Fabian me acompaña esta vez y sabrán, los que han escuchado la canción, que es triste… para mi de las más tristes que he escuchado… habla de amores y esas cosas – que no es el motivo de mi desazón -, pero la letras y la música, acompañadas de la hermosísima voz de la intérprete, hacen que se me erice la piel.

Este es uno de esos días en que, aunque rodeada de gente, la soledad me invade. Desde que desperté esta mañana siento como si mi alma hubiese dejado mi cuerpo y anduviera vagando, perdida, en algún lugar lejano y desconocido y no soy capaz de encontrarla.


El pasar del tiempo…

Al ritmo de Bond y su «Duel», disfrutando de unos espaguettis – que puede que no me caigan muy bien, pero aun así los consumo -, y dialogando con Rafa sobre cuentos, bloggs, pasiones y cualquier bobería que se nos ocurra… se me va el tiempo. Y no quiero decir con esto que lo pierda, no me gusta pensar que pierdo el tiempo… siempre lo aprovecho y lo disfruto…

Será por eso que valoro tanto el silencio, casi tanto como valoro la palabra… prefiero no decir nada antes de perder una palabra en vano, pero también disfruto hablar y escuchar, cuando vale la pena. Y el tiempo se me escapa mientras pienso y deliro en mis ideas locas – o sensatas, quién sabe? -, y desvarío y analizo y mi mente nunca se detiene. Ahora Enya me regala «Book of Days» y en mi cabeza danzan los pensamientos al compás de las dulces notas. Y el tiempo sigue pasando…

Me viene a la cabeza una mañana de hace casi 3 años, cuando me desperté de no haber dormido mucho en los brazos de un hombre que me duró un poco más que el dormir. Esa mañana llegaron a casa 4 personas muy importantes para mi… mis dos mejores amigos y mis dos madres. Aquella mañana no desayuné, como de costumbre y almorcé más por compromiso que por hambre. Me vestí y me peiné el pelo amoldado la tarde anterior en la peluquería. Hoy miro las fotos y casi me parezco a mi abuelita – mi segunda madre por biología y la primera por libre albedrío -, cuando tenía mi edad. Ella ahora es viejita, tiene 71 años y está arrugada y reducida, pequeñita y delgada pero cuando tenía mi edad sus labios eran tan firmes y carnosos como los míos y su andar era altivo, su porte regio… y ahora mirando las fotos de ese día, me parezco a ella.

Ese día tuve que acudir a toda su legado en mi; ella es fuerte de carácter y jamás flaquea, aunque eso no quiere decir que no sufre, que no llora. Eso solo quiere decir que es una mujer fuerte y que ha guardado sus penas para si durante toda su maravillosa y larga vida. Ese día tuve que parecerme más a ella, tuve que ser más como ella. Intenté mantenernos alegres a todos mientras duró aquella tortura disfrazada de fiesta. Mi mamá amenazó con colapsar varias veces pero mi abuelita la reprendía: «no la hagas llorar», y se calmaba un poco.

Maday y Kike tuvieron los ojos rojos todo el tiempo y una gran sonrisa en los labios. Karasu con un nudo en la garganta solo murmuraba: «nené, yo te amo», de vez en cuando. Y yo simulaba danzar por entre la gente y posaba risueña y ‘feliz’ para las fotos. Y el tiempo seguía pasando allí, y casi se acababa. Ya delante del mostrador, entre papeles y tensiones, de espaldas a mi familia que no podía acompañarme en la fina, algunas lágrimas clandestinas rodaron por mis mejillas y fueron enjugadas, rápidamente, en un ficticio ademán de quitarme el pelo de la cara.

El pecho comenzó a oprimirse, la muralla se resquebrajaba, las lágrimas me emboscaron y atacaron en tropel. Y conmigo todos comenzaron a llorar, menos mi abuelita que siempre conservó la compostura. «No llores que te pones fea», me decía mientras me abrazaba en su enjuto pecho y acariciaba mi cabeza con sus manecitas ancianas. Todos dijimos «te quiero» tantas veces, hasta que se nos gastó en los labios. Nos abrazamos como queriendo quedarnos con la esencia del otro entre los brazos. Uno por uno, me fueron diciendo algo al oído, algo que ya no recuerdo pero que sé está gravado en alguna parte de mi alma desde aquella mañana eterna.

Aquella mañana nunca dejó de ser, desde aquel día he vivido como dentro de un sueño. La sensación es casi ilusoria, como sacada de la peli «Inception» – muy buena, por cierto -. Me siento como si aquella mañana jamás hubiera despertado, como si esto fuera un sueño de una noche, que se siente como las vivencias de 3 años. No sé, pero jamás me he sentido ‘despierta’ de nuevo; o tal vez quiero decir ‘viva’.

mi abuela y yo, el día antes de dejar Cuba...

Solo se que mientras caminaba y se cerraban las puertas detrás de mi, perdí el rumbo hasta el día de hoy. La esencia de lo que fui, soy y seré jamás, se quedó junto a mi familia, del otro lado del aeropuerto.