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Fonética…

Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.

Julio Cortázar.

Me gusta cuando habla y como habla. Me encantan los sonidos que producen sus cuerdas vocales. Me derrito escuchando su timbre suave, delicioso, con esa cadencia ni de aquí ni de allá, pero llena de ritmo.

Me gusta escuchar sus «emes», sus «enes», sus «eres» y sus «eses» e imaginar cómo se posicionan sus labios al pronunciarlas. Memorizar el tenue movimiento de su lengua entre sus labios y sus dientes.

Me erizo toda. Me eriza toda.


Desnuda…

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Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor. Yo te vestiré de caricias.

Hexaedro Rosa V – Ruben Martinez Villena

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III

Dolores atrajo hacia sí a Richard, que hasta ese momento había estado arrodillado a sus pies besando sus manos, y le susurró algo al oído, para luego besarlo en la mejilla. Richard se arrodilló de nuevo, muy sonrojado y, metiendo sus manos hábiles por debajo del vestido escarlata, comenzó a quitarle los botines. George se quitó la chaqueta y el chaleco y siguió besando el cuello y los hombros de dolores mientras ella sonreía y gemía de a ratos. Richard la desembarazó de las medias y comenzó a besar sus pies desnudos, centímetro a centímetro.

Alex apretó la copa de vino con fuerza y apretó los dientes, respirando profundo, pero no se movió del lugar desde donde observaba. Dolores clavó sus ojos negros en los de él mientras George comenzaba a desatar los botones a la espalda de su vestido. Richard seguía besándola toda: los dedos delicados, el empeine, los tobillos, las pantorrillas esbeltas.

George volvió a tomar la iniciativa y la ayudó a levantarse, ofreciéndole su mano. Richard se levantó también y se quedó en mangas de camisa. Dolores estaba ahora de pie, de frente a George que la besó en los labios. Richard siguió desnudándola, pieza por pieza. Primero el vestido rojo, luego el corsé de seda y finalmente el camizón. En este punto, Dolores los detuvo a ambos y caminó hasta Alex, que seguía observando y bebiendo vino. Se detuvo frente a él y con un movimiento preciso aunque delicado, desató las enaguas que cayeron por sus piernas hasta el piso, quedando completamente desnuda delante del hermano mayor.

Alex mantuvo sus ojos en los de ella y sonrió con un poco de amargura. Puso la copa de vino en la cómoda, buscó la mano de Dolores sin bajar la vista y le depositó un beso suave. Al mismo tiempo, ponía la mano en su bolsillo y sacaba un pañuelo de seda. Con un pase rápido la hizo darse la vuelta y le puso el pañuelo en los ojos y se lo amarró en la nuca. Sin hacer pausa la tomó por la espalda y debajo de los muslos y la levantó en vilo. Dolores sintió que se movía en el aire y dejó escapar un gritico. Por un momento perdió el control de la situación y luchó pero el abrazo de Alex era demasiado firme como para poder desembarazarse.

– Tranquila, Lola. No va a pasaros nada que no queráis. ¿Confiáis en mí? – Alex le susurró al oído y le besó el pelo. Ella se abrazó a su cuello y se dejó llevar.

Alex la depositó en el lecho blanco, con delicadeza. Dolores intentó destaparse los ojos pero Alex se lo prohibió con su mano. La atrajo hacia sí y situó las manos delicadas de la mujer en su solapa, indicándole, instintivamente, que comenzara a desvestirlo. Dolores no titubeó. Su esposo era un ángel, como ella les había confesado, pero no les dijo que en materias de sexo era muy conservador. En 3 años de matrimonio, nunca se vieron desnudos. Lo más audaz que pudo hacer fue desvestirlo en total oscuridad, palpando cada parte de su cuerpo. Ella nunca había estado desnuda en presencia de ningún hombre hasta ese momento.

Alex se dedicó a contemplar el cuerpo desnudo de la mujer mientras ella quitaba cada pieza con habilidad y destreza. Tenía el cabello abundante y frondoso y olía a frutas. Su cuello era delicado y desembocaba en los brazos delicados y femeninos. Su cintura era estrecha y sus caderas amplias, los muslos torneados, las nalgas redondas. Sus senos eran perfectos. Se detuvo un poco en las aureolas trigueñas y memorizó la curva provocativa del pezón a la costilla. No pudo resistir rozarla con el dedo. Ella se sobresaltó, no lo esperaba. Se mordió el labio y prosiguió abriendo los botones de la blanca camisa.

El ombligo marcaba el comienzo de su área más privada y justo allí comenzaba un surco de vellos delicados que bajaban y se perdían en el monte de venus negro, tupido y suave, donde se formaba un triángulo perfecto, divino. Era una mujer exquisita de pies a cabeza.

… continuará.


Lenguaje de adultos…

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Tú sabes que tienes veneno entre las piernas
Y estas loca por hacerme mierda
Estas loca por hacerme comer hierba

 Se vale to-to – Calle 13

No me digas más «mi amor» ni me beses en la frente. No me tomes de la mano ni me hables con dulzura. Quítate el disfraz de caballero y ensucia la armadura. Cambia tu lenguaje rosa por una jerga diferente.

Hoy te quiero bellaco, perro, duro. Hoy tu me amasas las tetas y me muerdes el culo.

 

Esta noche hay que comerme cruda, en escabeche. Adobarme con limón, de adentro para afuera. Cuando acabes el banquete de carne de primera vas a chuparte los dedos y pedirme leche.

Las nalgas se me tensan y el vientre me palpita. Hoy me pintas los muslos de color azul mordida.

 

Hoy decimos cuchinadas. Hoy te cojo arrinconado. Va a ver nalgas moreteadas y peladuras internas. Hoy tú te descargas como un buque entre mis piernas y te vienes como maremoto en mi golfo salado.

Cuando termine contigo no vas a querer ponerte la corbata ni hacerte la raya al medio.

 


Esa lengua de fuego…

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(…) y entre tus muslos de marmórea piedra,
entretejí con besos una hiedra
que fue subiendo al capitel sombrío.»
Soneto – Rubén Martínez Villena

Allí donde nacen los suspiros, donde se cosechan los mejores estertores de amor… allí llega esa lengua de fuego a quemar entrañas, a revolver sensaciones.

Los labios estaban dormidos, callados, pero la lengua de fuego armó una fiesta de maullidos. No quedó ojo cerrado y terminé viendo constelaciones que nadie ha descubierto cuando tu lengua me sirvió de catalejo.

Pero la lengua de fuego no viene sola al encuentro. Se trae a sus amigos los malvados dientes y los labios suaves y hasta a diez dedos revoltosos que no respetan fronteras ni puertas cerradas.

Y comienzan a bailar los labios… los seis, entre todos. Se suma la lengua de fuego para alentar y calentar el ambiente. Un dedo se suma, entra el segundo en el «círculo cerrado» de amigos… un tercero. Y se escucha un grito que no puede ser otro que G que se ha emocionado.

Y se tensan el abdomen, los muslos. Se cierran las nalgas, se aprietan los dedos de pies y manos. Todo comienza a temblar, a estallar.

Y los labios se embriagan, los dedos se ahogan en jugos, la lengua se consume en la erupción que ha provocado.

Pero la fiesta no se acaba, solo está comenzando…


El lugar oscuro…

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Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Anoche – Carilda Oliver Labra

Me siento lista, estoy lista. Ese lugar oscuro me reclama. Quiero irme allí donde me tocas y se me eriza la piel que estaba adormecida. El lugar oscuro me llama y me preparo para no ver. Allí todo se manifiesta en sonidos, caricias y aromas. Al lugar oscuro voy ciega pues no hay nada que ver, sólo se siente.

En medio de esa oscuridad tus labios sólo existen en los míos y si dejas de besarme se tornan nada. En ese lugar oscuro todo huele a ti y a mi y todo suena a nuestras risas que rebotan en las paredes acolchadas. En el negro de ese abismo somos tu y yo y nuestros roces y sólo existe nuestra unión.

Estoy ansiosa por abrir las puertas y que la luz se consuma y quedar ciega por fin. Ya los ojos no nos harán falta. Solo las manos, los dedos y la carne serán protagonistas de una fiesta en medio de la nada. Tu voz hará de lazarillo para mis oídos y te encontraré con la boca abierta en flor para tragarte… como la oscuridad nos traga.

La luz no es necesaria. Cuando los sentidos andan alertas y voraces con sólo dos cuerpos basta.


Martirios…

Close Up of Orange Flower

Te pones el vestido 
como la primera vez 
y se que te aguantas las ganas de sexo, 
de sexo entre tres. 

Aroma de jazmín – Polito Ibañez

Debajo de su traje Gucci ella esconde placeres que otras llamarían martirios. Detrás de sus gafas de intelectual y sus cabellos recogidos se esconde una tigresa en celo. Ella se mantiene profesional e inalcanzable durante 8 horas al día y juega a ser empresaria, estudiosa, la del doctorado y el «busy schedule» pero sus pezones no dejan de darle tirones a cada rato. Nadie sospecha su verdadera naturaleza de bondage queen. Nadie sabe que el dolor la excita, que es una ninfómana, que se encierra en el baño a tener orgasmos entre reuniones tediosas.

Su lencería sexy esconde una soga de seda que le amarra las tetas y le exprime los labios vaginales con cada paso que dan sus largas piernas, calzadas en tacones altos. Su tanga está siempre mojada de jugos y sus manos sudan un poco. Pero lo mantiene oculto. El sudor no la delata, el aroma a sexo que mana de su pubis y asciende por sus escote es solo para su propio disfrute.

Ella es una por el día y se suelta el pelo por la noche, cuando tiene sexo atada de sillas que penden. Ella habla en voz baja y relajada cuando explica sus ideas entre colegas y grita, gime y maldice cual prostituta barata cuando la penetran con artefactos que asustarían a la más osada.

Es dos mujeres en una y vive atada, pero lo disfruta.


Tengo ganas…

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Que en la posición aquella
de la siesta en los ardores,
tan voluptuosa y tan bella
brillaba como una estrella
entre hojas, yerbas y flores.

Luisa Pérez de Zambrana

Tengo tantas ganas.

Quiero que me veas toda, que me toques toda, que me comas toda. Tengo ganas de revolverte el pelo y de morderte la boca. Tengo ganas de romperme contra tu boca, contra tus manos.

Tengo ganas de arrancarte el sudor con mis carnes. Tengo ganas de correrte sin clemencia como a un semental. Tengo ganas de dejarte las uñas y dientes marcados en los muslos. Tengo ganas de cegarme de pasión y oler a semen y a coño.

Tengo ganas de que me explores a dedos y lengua. Tengo ganas de que me enciendas las entrañas y me llenes de fuego el interior. Tengo ganas de convertirme en tu cierva, amante, ramera, hasta esclava.

Tengo ganas de rogar de rodillas por un beso ensalivado. Tengo ganas de ser asida por las crines. Tengo ganas de ser mancillada, forzada a quererte completo en mi. Tengo ganas de destruirnos completos y que no importé nada. Tengo ganas de, por momento, ser mujer.


Aromaterapia…

el olor

 

¿Qué perfume usas? Y riendo le dije: ¡Ninguno, ninguno! Te amo y soy joven, huelo a primavera…

Juana de Ibarbourou

Mi mundo se rige por olores, fragancias que marcan el tic tac de mi vida.

En la mañana despierto oliendo a cachorros y piel y flores de invierno. Despierto muy temprano y todo huele a mi. La almohada, las paredes, los árboles del patio, él. Por eso sigo dormida durante tantas horas – aunque despierta. Supongo que huelo a sueño y a sábanas pegadas.

A media mañana ya huelo a café con leche y pan tostado. Le presto mi olor a la cocina y me llevo conmigo la fragancia dulzona de los plátanos y ciruelas maduras que adornan la meseta. 

Al mediodía mi cuello ostenta entonces perfumes exóticos de boutique y a productos de belleza. Mis manos y rostro huelen a almendras y mantequilla. Mis labios emanan aromas de fresas o cherries, mi aliento es de menta. 

En la tarde traigo una esencia de bestia salvaje, de carnívora hambrienta. Hiedo a carnes, salsas, sudor. Llego a casa y me desnudo prenda a prenda y aunque la tela guarda los olores químicos de laboratorios – fragancias manufacturadas en estériles laboratorios de lo falso – mi piel destila mi verdadera miasma animalesca. 

Justo antes de bañarme ya toda mi esencia invade el hogar. El agridulce de mi sexo se ha resbalado por las piernas y se ha subido del vientre al ombligo. El cabello, al fin suelto libera feromonas guardadas entre el cráneo y un poco de sudor. Todo huele a selva, a Amazonas, a Egipto y a Sol.

Y el agua viene luego, inodora, a bendecir todo y a llevarse lo cierto y lo falso y a dejar simplemente un olor a limpio, a nuevo. Y solo se me queda la azúcar y aceite de karité del jabón.

Y cuando me voy a la cama y otra vez comienzo a oler a almohadas y bostezos hasta que yo y mi olor somos uno solo otra vez.